martes, 29 de mayo de 2012

El Diario del Sr. Darcy- Amanda Grange Abril (1)


Jueves 3 de Abril

Cené con el Coronel Fitzwillian hoy en mi club. Hemos decidido que viajaremos juntos a Rosings.

Lunes 7 de Abril

Mi primo y yo hemos tenido un agradable viaje a Kent, y después de algunas generalidades, la conversación giro nuevamente al matrimonio.
“Estoy en la edad en la que siento que debería asentarme, y aun así el matrimonio es una aventura peligrosa,” dijo. “Es tan fácil dar un paso en falso y después ser forzado a vivir con él el resto de tu vida.”
“Los es,” concordé, pensando en Bingley. “Recientemente he salvado a uno de mis amigos de tal paso en falso.”
“¿En verdad?”
“Si. Él alquiló una casa en el campo, en donde conoció a una joven de bajas conexiones. Estaba totalmente conquistado por ella, pero afortunadamente un asunto lo obligo a regresar a Londres por un tiempo. Percibiendo el peligro, sus hermanas y yo lo seguimos a Londres y lo convencimos de quedarse.”
“Entonces lo has salvado de un matrimonio muy imprudente.”
“Lo he hecho.”
“Te agradecerá por ello cuando todo haya acabado. No es placentero levantarse de un sueño y encontrarse atrapado en una pesadilla.”
Estoy animado por su opinión. Respeto su juicio, y es tranquilizador saber que piensa lo mismo que yo sobre este asunto.
Llegamos a Rosings esta tarde, y la belleza del parque me sorprendió de nuevo. No es tan bello como Pemberley, pero se ve muy bien en primavera. Pasamos a Mr Collins en nuestro camino a la casa, y creo que había estado buscándonos. Nos reverenció mientras pasábamos, y después se fue a toda prisa en la dirección de la casa parroquial para dar a conocer la noticia a los residentes. Me estuve preguntando si Elizabeth estaba adentro, y como se sentiría por la noticia de nuestra llegada.





Martes 8 de Abril


Mr Collins nos visito esta mañana para presentar sus saludos. Me encontró a mí con el Coronel Fitzwilliam. Mi tía estaba dando un paseo en el carruaje con mi prima Anne.
“Mr Darcy, es una honor el verlo otra vez. Tuve la fortuna de conocerlo en Hertfordshire, cuando me estaba quedando con mis lindas primas. No estaba casado entonces, pues mi querida Charlotte no había aun consentido en ser mi esposa. Desde el primer momento en que la vi supe que no sería una deshonra para la casa parroquial de Hunsford, y encantaría a mi estimada patrona, Lady Catherine de Bourgh, quien tiene el honor y distinción de ser su más venerada tía, con su humildad y simpatía. En verdad, Lady Catherine fue tan amable al decir-”
“¿Volverá a la casa parroquial?” pregunté, cortando su perorata.
Se detuvo un momento, y después dijo, “Por supuesto.”
“Es una linda mañana. Caminaremos con usted. ¿Qué dices?” le pregunté al Coronel Fitzwilliam.
“Claro que sí.”
Salimos. Mr Collins nos relató las bellezas del parque, intercaladas con expresiones de humilde gratitud por nuestra condescendencia de visitar su pobre hogar. Mi mente empezó a divagar. ¿Habrá Elizabeth cambiado desde el otoño? ¿Estaría sorprendida de verme? No. Ya sabía de mi visita. ¿Estaría contenta o lo contrario? Contenta, claro. El reencontrarse con un hombre de mi posición debe ser muy deseable para ella.
Nuestra llegado fue anunciada por la campanilla de la puerta y poco después entramos al cuarto. Le ofrecí mis saludos a Mrs Collins, y ella me dio la bienvenido. Elizabeth hizo una cortesía.
Esta igual que siempre, pero el placer que sentí al verla me tomó por sorpresa. Pensaba que ya había conquistado mis sentimientos por ella, y claro, lo he hecho.
Solo fue el hecho de verla de nuevo por primera vez lo que me desconcertó.
“¿La casa es de su gusto, espero?”  le pregunté a Mrs Collins.
“Si, por supuesto que lo es.” respondió.
“Me alegra. Mi tía ha hecho algunas mejoras últimamente, me ha dicho. ¿Y el jardin? ¿Le gusta su aspecto?”
“Es muy placentero.”
“Bien”
Hubiera dicho mas, pero mi atención se fue desviando hacia Elizabeth. Estaba conversando con el Coronel Fitzwilliam en su usual franca y desenvuelta manera. No podía decidir si me gustaba o no. Estaba en plena libertad de hablar con mi primo, claro, y de encantarlo si deseaba, pero me sentí insatisfecho de ver como él disfrutaba de su compañía, y aun peor, el ver cuánto disfrutaba ella de la suya.  Poco después me di cuenta de que estaba perdido en mis pensamientos, e hice un esfuerzo por sor educado.
“Su familia está bien de salud, espero, ¿Miss Bennet?” pregunté.
“Si, gracias,” respondió. Hizo una pausa y después dijo, “Mi hermana Jane ha estado en la ciudad estos tres meses. ¿La ha visto por casualidad?”
Estaba desconcertado, pero respondí calmadamente.
“No, no he sido tan afortunado.”
Volví  a sumirme en silencio, insatisfecho de el giro que la conversación había tomado, y poco después mi primo y yo nos retiramos.



Día de pascua, Domingo 13 de Abril.

No he visto a Elizabeth desde mi visita a la casa parroquial, pero la vi esta mañana en la iglesia. Se veía muy bien. El sol mañanero le había dado color a sus mejillas, e iluminado sus ojos.
Después del servicio, Lady Catherine se detuvo para hablar con los Collins. Mr Collins sonreía de alegría al acercarse ella.
“Tu sermón fue muy largo,” dijo Lady Catherine.”Veinte minutos es tiempo suficiente para instruir a tu rebaño.”
“Si, Lady Catherine, Yo -”
“No hiciste ninguna mención de la sobriedad. Deberías de haberlo hecho. Ha habido mucha embriaguez últimamente. Es el trabajo de un rector el atender tanto el cuerpo de sus feligreses como sus almas.”
“Por supuesto, Lady -”
“Fueron demasiados himnos. No me gustan más de tres himnos en un servicio de Pascua. Me encanta la música y cantar es mi gozo, pero tres himnos son suficientes.”
Comenzó a caminar hacia el carruaje, y Mr Collins la seguía.
“Si, Lady Catherine, yo -”
“Uno de los bancos tiene polilla. Lo noté mientras pasaba cerca de él. Tendrás que verificarlo.”
“Inmediatamente, Lady -” dijo.
“Y vendrás a cenar con nosotros esta noche. Mrs Collins vendrá contigo, así como Miss Lucas y Miss Elizabeth Bennet. Pondremos una mesa de juego. ”
“Es tan buen -” dijo, inclinándose y frotando sus manos juntas.
“Enviaré el carruaje por ustedes.”
La seguí  dentro del carruaje y el lacayo cerró la puerta.
Estaba ansioso por la llegada de Elizabeht a Rosings, pero rápidamente aplasté ese sentimiento.
Su grupo llegó puntualmente, y debido a que conocía el peligro de hablar con ella, pasé el tiempo conversando con mi tía. Hablamos sobre nuestros familiares y relaciones, pero no podía evitar desviar la mirada hacia Elizabeth. Su conversación era mucho más animada.  Estaba hablando con el Coronel Fitzwilliam, y mientras veía la viveza de sus rasgos, me fue difícil quitarle los ojos de encima.
Mi tía, también, volteaba seguido hacia ellos, hasta que al final preguntó: “¿Diganme, de que están hablando? ¿Qué le está diciendo a Miss Bennet? Dejemé escuchar lo que estaban diciendo.”
El Coronel Fitzwilliam respondió que estaban hablando de música. Mi tía se unió a la conversación, alabando las habilidades en el pianoforte de Georgiana e invitando a Elizabeth a practicar con el pianoforte en la habitación de Mrs Jekinson, ¿Invitar a un huésped a tocar en el pianoforte de  la habitación del servicio? Nunca pensé que mi tía podría ser tan mal educada.
Elizabeth parecía sorprendida, pero no dijo nada, solo su sonrisa mostraba lo que en verdad pensaba.
Cuando el café se terminó, Elizabeth empezó a tocar, y recordando el placer que sentí al escucharla tocar antes, caminé hacia su lado. Sus ojos estaban iluminados por la música, y me desplacé a una posición en la que pudiera ver fluir sus emociones en su semblante.
Ella lo notó. En la primera pausa en la música volteo hacia mí con una sonrisa y dijo: “¿Pretende asustarme, Mr Darcy, al venir a escucharme con esa seriedad?. Yo no me inquieto, aunque su hermana toque tan bien. Hay una especie de terquedad en mí, que nunca permite que me intimide nadie. Mi coraje siempre  crece  con cada intento de intimidarme.”
“No le diré que se ha equivocado” respondí “porque no cree usted sinceramente que tenía intención alguna de alarmarla, y he tenido el placer de conocerla lo bastante para saber que se complace a veces en sustentar opiniones que en realidad no son suyas.”
De donde salió este discurso, no lo sé. No estoy acostumbrado a hacer este tipo de réplicas picaras, pero hay algo en el carácter de Elizabeth que aligera el mío.
Elizabeth se rio abiertamente, y sonrió, sabiendo que ambos estábamos disfrutando de la conversación. Tanto me estaba divirtiendo que olvide mis precauciones por ese momento.
“Su primo pretende darle a usted una linda idea de mi enseñándole a no creer palabara de cuanto le diga.” dijo al Coronel Fitzwilliam. Volteando hacia mí, dijo: “Es muy poco generoso por su parte revelar las cosas malas que supo usted de mi en Hertfordshire, y permítame decirle que es también muy indiscreto - pues esto me podría inducir a desquitarme y saldrían a relucir cosas que escandalizarían a sus parientes.”
Sonreí. “No le tengo miedo.”
Sus ojos se iluminaran con mi respuesta.
Coronel Fitzwilliam suplicó que se le dijera como me comportaba entre extraños.
“Se lo diré”  dijo Elizabeth, “pero prepárese a oír algo espantoso. Ha de saber que la primera vez que le vi fue en un baile, y en ese baile, ¿Qué cree usted que hizo? ¡Pues no bailo más de cuatro piezas!”
En su opinión, mi indisposición a bailar se volvía ridícula,  y lo vi yo mismo por primera vez. El andar encajonada en todo mi orgullo, en lugar de divertirme como cualquier otro bien comportado caballero lo habría hecho. ¡Absurdo! No hubiera ordinariamente tolerado cualquier broma de ese tipo, y aun así había algo en su forma de decirlo que le quitaba cualquier resquemor, y lo hacía en su lugar una razón para reír. 
Fue en este momento que me di cuenta de que había habido muy pocas risas en mi vida últimamente. Había asumido la responsabilidad de un hombre cuando mi padre murió, y me había enorgullecido de desempeñarlas muy bien, tal como mi padre lo hubiera hecho. Había atendido mi propiedad, procurar el bienestar de mis arrendatarios, proveer la salud, bienestar, felicidad y educación de mi hermana, cuidar el beneficio del párroco, y desempeñar mis negocios fielmente. Eso había sido suficiente, hasta que conocí a Elizabeth; pues ahora veo cuan aburrida mi vida había sido. Había sido muy ordenada. Muy bien organizada. Solo ahora empezaba a verlo, y a sentirlo, pues los sentimientos dentro de mí eran tan diferentes de los que jamás había conocido. Cuando reía, mi humor mejoraba.
“No tenia en ese momento el honor de conocer a ninguna de las damas de la reunión, a no ser las que me acompañaban.” señalé usando su mismo tono.
“Cierto: y en un baile nuca hay posibilidades de ser presentado”
“Puede que me habría juzgado mejor si hubiese solicitado que me presentaran.Pero no sirvo para darme a conocer a extraños.”
Se burlaba de mí, preguntándose cómo era posible que un hombre  de talento y bien educado no podía hacerlo, y el Coronel Fitzwilliam se unió a ella, diciendo que no me tomaría la molestia.
“Reconozco que no tengo la habilidad que otros poseen de conversar fácilmente con las personas que jamás he visto. No puedo hacerme a esas conversaciones y fingir que me intereso por sus cosas como se acostumbra.” acepté.
“Mis dedos no se mueven sobre este instrumento del modo magistral con que he visto moverse los dedos de otras mujeres, pero siempre he creído que era culpa mía, por no haberme tomado la molestia de practicar.”
Sonrei.
“Tiene usted toda la razón. Ha empleado el tiempo mucho mejor.”
En ese momento, Lady Catherine nos interrumpió.
“¿De qué están hablando, Darcy?”
“De música,” respondí.
Lady Catherine se nos unió en el pianoforte.
“Miss Bennet no tocaría incorrectamente, si practicara mas, y pudiera tener la ventaja de tener un maestro de Londres.” declaró mi tía. “Tiene una muy buena noción de la posición de los dedos, aunque sus gustos no son iguales a los de Anne. Anne hubiera sido una estupenda interprete, si su enfermedad le hubiera permitido aprender.”
Apenas y la oía. Estaba viendo a Elizabeth. Ella soporto los comentarios de mi tía con una remarcable  cortesía, y por la petición del Coronel Fitzwilliam y la mía, permaneció en el instrumento hasta que el carruaje estuvo listo para llevarlos a casa.
Pensaba que me había deshecho se mi admiración por ella. Pensaba que la había olvidado. Pero estaba muy equivocado.



Lunes 14 de Abril.

Estaba tomando una caminata alrededor de la propiedad esta mañana cuando mis pass me llevaron incoscientemente a la casa parroquial.
Estando afuera no podía, por toda educación, pasarla por alto, y entonces toque para presentar mis saludos. Para mi horror, encontré a Elizabeth sola. Parecía tan sorprendida como yo, pero no estaba, creo, disgustada. ¿Por qué debería de estarlo? Debe ser satisfactorio para ella el pensar que me ha cautivado. Me invitó a tomar asiento, y no tuve otra opción que sentarme.
“Perdone por esta intrusión” dije,  sintiendo la contrariedad de la situación, y queriendo asegurarme de que supiera que no había sido mi plan. “Tenía por seguro que todas las damas estaban en casa.”
“Mrs Collins y Maria han ido a atender un asunto en el pueblo,” respondió.
“Ah”
“¿Lady Catherine se encuentra bien?” pregunto por fin.
“Si, gracias. Lo está.”
Volvió el silencio.
“¿Y Miss de Bourgh? ¿También se encuentra bien, espero?”
“Si, gracias. Este bien.”
“¿Y el Coronel Fitzwilliam?” preguntó
“Si, él también se encuentra bien.”
Otro silencio.
“¡Que repentinamente se fueron todos ustedes de Netherfield el pasado Noviembre, Mr Darcy!”  dijo por fin. “Debió de ser una sorpresa para Mr Bingley verles a ustedes tan pronto a su lado, si mal no recuerdo, él se había ido un día antes. ¿Esperó que tanto él como sus hermanas estuvieran bien cuando salió usted de Londres.?”
“Perfectamente, gracias.”
“Tengo entendido que Mr Bingley no piensa volver a Netherfield.”
“Nunca le he oído decir tal caso; pero es probable que no pase mucho tiempo allí en el futuro. Tiene muchos amigos y está en una época de la vida en que los amigos y compromisos aumentan continuamente.”
“Si tiene la intención de estar poco tiempo de Netherfield, sería mejor para la vecindad que lo dejase completamente, y así posiblemente podría instalarse otra familia ahí. Pero quizá Mr Bingley no haya tomado la casa tanto por la conveniencia de la vecindad como por la suya propia, y es de esperar que la conserve en virtud de ese mismo principio.”
No me gustaba el rumbo de la conversación, pero respondí tranquilamente.
“No me sorprendería que se desprendiese de ella en cuanto se le ofreciera una compra aceptable.”
Debí de haber dejado la casa en ese momento. Lo sabía. Y aun así no podía salir de ahí. Había algo en la forma de su cara que invitaba mi mirada a seguirla, y algo en la forma en que su cabello caía que me hacia querer tocarlo.  
Ella no dijo nada, y una vez más hubo silencio.
No podía decir que es lo que pasaba en mi cabeza, y aun así se me hacía difícil el dejar el lugar.
“Esta casa parece muy confortable.” dije.
“Si, lo es.”
“Tiene que ser muy agradable para Mrs. Collins vivir a tan poca distancia de su familia y amigos”
“¿Poca distancia le llama usted?” preguntó sorprendida. “Hay cerca de cincuenta millas”
“¿Y que son cincuenta millas de buen camino? Poco más de media jornada de viaje.”
“Nunca habría considerado que la distancia fuese una de las ventajas del matrimonio.” exclamó Elizabeth.
“Eso demuestra el apego que tiene usted a Hertfordshire. Todo lo que esté más allá de Longbourn debe parecerle ya lejos.”
“No quiero decir que una mujer no pueda vivir lejos de su familia.”
Ah. Conocía las desgracias de sus familiares y no se lamentaría el escapar de ellos. Cuando se casara, los dejaría atrás.
“Pero estoy segura de que mi amiga no diría que vive cerca de su familia más que si estuviera a la mitad de esta distancia.” continuó.
“No tiene derecho a estar tan apegada a su residencia. No siempre va a estar en Longbourn.”
Ella parecía sorprendida, y fui detenido. Fui casi llevado por la admiración y tentado a decir que no tendría objeción alguna en vivir en Pemberley, pero había ido muy rápido y estaba agradecido por ello. Su semblante sorprendido me salvó de cometer un curso de acción que seguramente lamentaría. Alejé mi silla, y tome un periódico. Le di una ojeada.
“¿Le gusta a usted Kent?” pregunté con suficiente seriedad para despistar cualquier esperanza que pudiera haber surgido por mis maneras mal juzgadas.
“Es muy placentero” dijo, mirándome perpleja.
 Me embarqué en una discusión de sus atracciones, hasta que fui salvado de buscar mayor conversación por la llegada de Mrs Collins y Maria. Estaban sorprendidas de verme ahí, pero explicando mi error me quedé algunos minutos más y regresé a Rosings. 


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