jueves, 24 de mayo de 2012

El Diario del Sr. Darcy- Amanda Grange Noviembre (3)


Martes 26 de Noviembre

La mañana fue húmeda, y me la pase escribiendo cartas. Esta tarde, Bingley y sus hermanas estaban ocupados con las preparaciones finales para el baile. Tenía muy poco que hacer y estaba molesto de descubrirme  pensando en Mis Elizabeth Bennet, tanto que cuando el grupo de Longbourn llegó esta noche, estuve buscándola a ella. Pensé que ya la había logrado sacar de mi cabeza, pero no le soy indiferente como había supuesto. 
“Jane se ve encantadora” dijo Caroline, mientras su hermano se dirigía hacia ellos para saludar a Miss Bennet.
“Es una lástima que no se pueda decir lo mismo de su hermana,” dijo Louisa, “¿Qué es lo que tiene puesto Miss Elizabeth Bennet?”
Caroline la inspeccionó con una mirada inquisitiva.
“Miss Eliza Bennet no se ha vestido a la moda, y está usando un vestido que es tres pulgadas muy largo y uso demasiado encaje. ¿No lo cree así, Mr Darcy?”
“No sé nada de las modas de las damas,” dije, “pero para mí se ve muy bien.”
Caroline enmudeció, pero solo por un momento.
“Me preguntó a quién podrá estar buscando. Definitivamente está buscando a alguien.”
“Probablemente esté buscando a los oficiales,” dijo Louisa.
“Entonces no es tan rápida como sus hermanas, pues ellas ya los han encontrado.” dijo Caroline.
Las hermanas más jóvenes habían corrido ruidosamente a través del salón, y estaban saludando a los oficiales con risas y chillidos.
“Si se acercan un poco más a Mr Denny,  seguro lo sofocaran!” comentó Louisa.
“A usted no le gustaría ver a su hermana comportándose de esa manera con los oficiales, estoy segura,” dijo Caroline dirigiéndose hacia mí.
Ella no intentaba herirme, y aun así su comentario no pudo haber sido mejor puesto. Mando mis pensamientos a Georgiana, y después hacia Wickham, quien estaba por portar una casaca roja.  No, no me gustaría verlo, pero estaba convencido de que si no hubiera llegado a Ramsgate sin avisar, hubiera podido suceder.
Caroline parecía alarmada al ver que palidecía, pero logré responder normalmente: “¿Está comparando a mi hermana con Lydia Bennet?”
“Son de la misma edad,” dijo Louisa, con una carcaja.
“No, por supuesto que no,” dijo Caroline rápidamente, dándose cuenta de que había cometido un error. “No puede haber comparación. Solo trataba de decir que las Bennet son permitidas de hacer lo que les plazca.”
Incliné mi cabeza hacia ella y me alejé, esperando que la búsqueda de Elizabeth alrededor del salón fuera para encontrarme a mí. Mientras me acercaba a los oficiales, oí a Denny decir a Miss Lydia Bennet que Wickham no estaba presente y que se había visto forzado a ir a la ciudad por unos días.
“¡Oh!” respondió ella, bajando su rostro.
Elizabeth se unió a ellos y ella, también, parecía decepcionada. Recordé  la mirada que había tenido hacia Wickham en Meryton y sentí mis manos formarse en puños mientras descubría la verdad; cuando entró al salón a quien ella estaba buscando era a Wickham, y no a mí.
“No imagino que tales asuntos lo hubieran mantenido lejos esta noche si no hubiera deseado evitar a cierto caballero aquí presente” escuche por casualidad oír a Mr Denny.
¿Asi que se había vuelto un cobarde? No me sorprendía en lo absoluto. La valentía nunca fue algo que caracterizara a Wickham, engañar a los inocentes y encantadoras jovencitas, ese si era su fuerte.
¿Pero seguramente Elizabeth no era tan crédula? No. No era fácil engañarla a ella. Puede que no lo haya descubiertotodavía, pero estoy seguro de que lo hará tarde o temprano. Mientras tanto, no quisé perder la oportunidad de hablar con ella.
Seguí caminando hacia ella.
“Me alegra verla aquí. ¿Espero que haya tenido un viaje placentero?” pregunté. “Esta vez, espero, no habrá tenido que caminar.”
“No, gracias,” dijo rigidamente. “Vine en carruaje.”
Me pregunté si acaso la habría ofendido. Tal vez ella sintió mi comentario como una burla a la inhabilidad de su familia de mantener a sus caballos solo para su uso en el carruaje. Traté de reparar el daño provocado por mi primer comentario.
“¿Esta emocionado por el baile?”
Volteó y me vio directamente a los ojos.
“Es la compañía lo que hace un baile, Mr Darcy. Disfruto cualquier entretenimiento en el que estén mis amigos presentes.”
“Entonces estoy seguro que disfrutará su velada aquí,” dije.
Se volteo con un grado de mal-humor que me sorprendió. No pudo superarlo incluso cuando estaba hablando con Bingley, y me decidí a dejarla en paz. Dejadla darme la espalda mientras le hablo. Dejadla preferir a Wickham en lugar que a mí. No quiero nada más que ver con ella.
Ella dejó a sus hermanas y atravesó el salón para hablar con su amiga, Miss Lucas, y después su mano fue buscada por un corpulento joven párroco. Lo había visto con ella en Meryton. A pesar de mi enojo, no pude evitar sentir pena por ella. Nunca había visto una muestra de tan humillante muestra de baile en mi vida. Por su expresión, pude suponer que ella sentía lo mismo. Él se movía a la izquierda cuando debía ir a la derecha. Iba hacia atrás cuando debía ir hacia delante. Y aun así, ella bailaba como si su tuviera a un experto bailarín de compañero.
Cuando la vi dejar la pista de baile, senti un impulsopor solicitar el siguiente baile. Vi frustrado mi intento cuando uno de los oficiales bailo con ella, pero entonces me adelante para preguntarle por el siguiente baile. Se veía sorprendida, y yo también me sorprendí, tan pronto como le había pedido su mano me pregunte qué estaba haciendo. ¿No había decidido dejar de prestarle atención a ella? Pero ya estaba hecho. Había hablado, y no podía retirar mi proposición.
Ella la acepto, pero fue más por la sorpresa que por cualquier otra cosa, creo. No encontré otra cosa más  que decirle, y me retiré, determinado en pasar el tiempo con gente más sensata hasta que el baile comenzara. 
Salimos a la pista de baile. Había muchos rostros asombrados alrededor nuestro, pero no estoy seguro del por qué. Puede que no hubiera elegido bailar en la asamblea, pero es una situación muy diferente a la de un baile privado.
Traté de pensar en algo que decir, pero no encontré nada, estaba sin habla. Me sorprendió. Nunca había estado sin palabras antes. Es cierto que no me es fácil hablar fácilmente con aquellos que no conozco bien, pero generalmente puedo pensar en al menos un rompe hielo. Creo que la hostilidad emanado de Elizabeth me alteraba el sentido. 
Por fin ella dijo: “Este es un baile muy agradable.”
Viniendo de una mujer cuyo ingenio y vivacidad me deslumbran, era un comentario seco, y no di ninguna respuesta.
Después de unos minutos, ella dijo: “Ahora le toca a usted decir algo, Mr Darcy. Yo he  hablado del baile, y usted debería hacer algún comentario sobre las dimensiones del salón o sobre el número de parejas.”
Eso era más como Elizabeth.
“Diré cualquier cosa que usted desee escuchar.” respondí.
“Muy bien. Esa respuesta servirá de momento. Quizá poco a poco me convenza de que los bailes privados son más agradable que los públicos. Pero ahora podemos permanecer en silencio.”
“Acostumbra usted a hablar mientras baila?” pregunté.
“Algunas veces. Es preciso hablar un poco ¿No cree?  Pero en atención a algunos, hay que llevar la conversación de modo que no se vean obligados a decir más de lo preciso.”
“¿Está hablando de usted misma en este caso, o piensa que esta complaciéndome a mí?”
“Ambos” respondió con coquetería.
No pude evitar sonreír. Es esa coquetería la que me atrae. Es provocativa sin ser impertienete, y nunca he conocido a ninguna mujer que pudiera expresarse de esa forma antes. Ella eleva su rostro de cierta manera cuando hace uno de sus comentarios juguetones que me veo abrumado por el deseo de besarla. No es que vaya a rendirme a tales impulsos, pero ahí están de todas maneras.
“Siempre he encontrado un gran parecido en nuestra forma de ser,”  prosiguió. “Los dos somos insociables, taciturnos y enemigos de hablar, a menos que esperemos decir algo que deslumbre a todos los presentes y pase a la posteridad con todo el brillo de un proverbio.”
Estaba intranquilo, sin saber si reír o preocuparme. Si era parte de su coquetería, entonces lo encontraba muy divertido, ¿pero si pensaba que era la verdad?  Recordé la asamblea de Meryton, y los días pasados en Netherfield. No me había quizás dispuesto a encantarla, pero entonces, nunca lo hice. Quizás, haya sido cortante en un principio, pero creía haber reparado el daño los últimos días de su visita. Pero el último día. Recuerdo mi silencio, y mi determinación de no hablar con ella. Recuerdo el haberme felicitado por no dirigirle más de diez palabras, y permanecí totlamente callado cuando nos quedamos solos durante media hora, pretendiendo estar absorto en mi libro.
Había estado en lo correcto al permanecer en silencio, pensé. Inmediatamente me contradije, considerándolo algo equivocado.  Estaba tanto en lo correcto como en lo equivocado: correcto si deseaba aplastar cualquier expectativa que se haya formado durante el curso de su visita, pero equivocado si deseaba ganar su aprobación, o el ser cortes. No suelo estar tan confundido. Nunca lo estuve, hasta que conocí a Elizabeth.
Me di cuenta de que otra vez estaba callado, y sabía que tenía que decir algo si no deseaba confirmar sus sospechas de que era deliberadamente taciturno.
“Estoy seguro de que usted no es así.”  Dije, mi intranquilidad reflejada en mi tono de vos, pero no sabía si estar divertido o herido. “En cuanto a mí, no sabría decirlo. Usted, sin duda, cree que ha hecho un fiel retrato de mi persona.”
“No puedo juzgar mi propia obra.”
Permanecimos en un incomodo silencio. ¿Acaso me juzgaba? ¿Me despreciaba? ¿O estaba jugando conmigo? No podía decidirme.
Al fin, le hable sobre su viaje a Meryton, y respondió que ella y sus hermanas habían conocido a alguien ahí.
Me congelé. Sabía a quién se refería. ¡Wickham! ¡Y la forma en que ella hablaba de él! No con desprecio, sino con gusto. Me temí que deseara seguir ese tema, pero algo en mis maneras la deben de haber hecho permanecer en silencio.
Sabía que debía ignorar el asunto. No tenia por que explicarme. Y aun así, dije: “Mr Wickham esta bendecido con unas maneras tan alegres que le aseguran hacer amigos a donde vaya. Si es igualmente capaz de mantenerlos es menos seguro.”
“El ha tenido la desgracia de perder su amistad, de tal forma que sufriró por ello toda su vida”
¿Qué es lo que le había dio él a ella? ¿Qué le había contado? Deseaba vehementemente decirle la verdad sobre todo lo acontecido, pero no podía hacerlo por miedo de herir a Georgiana.
Una vez más permanecimos en silencio. Fuimos rescatados de él por Sir William Lucas  quien dejo escapar un comentario que alejó a Wickham de mis pensamientos. Por eso, al menos, le estaba agradecido. Nos felicitó por nuestro baile, y después, mirando a Miss Bennet y a Bingley, dijo que esperaba tener el placer de verlo repetirse cuando cierto evento esperado tomara lugar.
Estaba sorprendido. Pero no cavia ninguna duda de a qué se refería. Lo pensaba posible, no, definitivo, que Miss Bennet y Bingley se casarían. Los mire bailando, pero no pude ver nada en el comportamiento de ninguno de ellos que llevara a dicha conclusión. Aun así, si se estaba hablando de ello, quería decir que el asunto era grave. No podía permitir a Bingley  comprometer la reputación de una mujer, no importa que tan agradable fuera su coqueteo. Recuperándome, le pregunte a Elizabeth de que estábamos hablando antes de la interrupción.
Ella respondió, “De nada en absoluto.”
Empecé a hablar de libros. Ella no admitía que pudiéramos tener los mismos gustos, así que declaré entonces, que al menos, proporcionaría de un tema de conversación.
Ella declaró que no podía hablar de libros en un salón de baile, pero sospeché que ese no era lo que la estaba inquietando. El problema era que su mente estaba en otro lugar.
De repente me dijo, “Recuerdo haberlo oído decir en una ocasión, Mr Darcy, que usted muy difícilmente perdonaba, que cuando había concebido un resentimiento, le era imposible aplacarlo. Supongo, por lo tanto, que será muy cauto en concebir dichos resentimientos… ”
¿Estaba pensando en Wickham? ¿Le había contado acerca de nuestra relación y fricciones? Ella pareció realmente ansiosa de oír la respuesta, y le aseguré”
“Efectivamente” dije con firmeza.
Mas preguntas siguieron, hasta que le pregunte las intenciones de dichas preguntas.
“Conocer su carácter, sencillamente.” respondió “Estoy intentando descifrarlo.”
Entonces no estaba pensando en Wickham. Me alegré.
“¿Y a que conclusiones ha llegado?” No pude evitar preguntar
Meneando su cabeza dijo:“A ninguna. He oído opiniones tan diferentes de usted, que no consigo aclararme en absoluto.”
“Reconozco que las opiniones acerca de mi pueden ser muy diversas”  dije, pensando con un sensación de depresión en Wickham, “y desearía, que no esbozase mi carácter en este momento, porque tengo razones para temer que el resultado no reflejaría la verdad.”
“Pero si no lo hago ahora, puede que no tenga otra oportunidad.”
Ya había rogado por clemencia. No podía hacerlo otra vez. Respondí fríamente: “De ningún modo desearía impedir cualquier satisfacción suya”
Terminamos nuestro baile como lo habíamos comenzado, en silencio. Pero no podía estar enojado con ella por mucho tiempo. Había sido cuenteada por George Wickham, eso estaba claro, y como él era incapaz de decir la verdad, no había dudo de que todo lo que ella consideraba como verdad eran un montón de mentiras. Cuando nos separamos ya había perdonado a Elizabeth, y dirigido toda mi furia hacia Wickham.
¿Qué le había dicho? Me pregunto. ¿Y qué tanto ha dañado mi imagen en su estima?
Fui salvado de estas inquietantes reflexiones por la aparición de un joven hombre reverenciándome y pidiendo perdón por introducirse el mismo. Estaba a punto de alejarme cuando recordé haberlo visto con Elizabeth, y me dio curiosidad  lo que tenía que decirme.
“No está entre las formas establecidas de ceremonia entre la nobleza él presentarse a uno mismo, lo sé bien, pero me enorgullezco de que las reglas que gobiernan al clero son algo diferentes, de forma que considero el oficio sacerdotal en igualdad de dignidad con el rango más alto del reino, bajo lo cual he venido a presentarme a usted, una presentación que, estoy seguro, no será condenada como impertinente cuando sepa que mi noble benefactora, la dama que bondadosamente me otorgó un generoso beneficio, es nadie más que su estimable tía, Lady Catherine de Bourgh. Ella fue quien me dirigió a la valiosa rectoría de Hunsford, donde es mi deber, no, mi honor, el realizar las ceremonias que deben, por su naturaleza, recaer en el beneficiado,”  me aseguró con una sonrisa servil.
Lo miré con asombro, preguntándome si estaba totalmente cuerdo. Pareciera que en verdad creyera que un párroco puede ser considerado como igual del rey de Inglaterra, pero no con mi tía, pues su discurso estaba lleno de efusiones alusivas a la gratitud y la alabanza de su nobleza y condescendencia.  Me pareció muy excéntrico, pero mi tía, al parecer, lo había encontrado digno del beneficio, y como ella conocía mucho más que yo sobre el asunto, solo pude suponer que poseía virtudes que yo desconocía.
“Estoy seguro que mi tía nunca otorgaría un favor a alguien que no fuera digno de ello.” dije cortésmente, pero con suficiente frialdad para prevenirlo de decir algo más. Pero no fue impedido, y empezó un segundo discurso que era mucho más largo y mas rebuscado que el primero. Mientras abría la boca para tomar aire, le di una reverencia y me fui. La absurdidad tiene su gracia, pero no estaba de humor para divertirme con ella, pues apenas había dejado a Elizabeth.
“Veo que haz conocido al estimable Mr Collins,” me dijo Caroline mientras nos dirigíamos a cenar. “Es otro de los parientes de los Bennet. En verdad, parece que tienen una muy extraordinaria colección. Creo que este supera incluso al tio en Cheapside. ¿O usted que cree, Mr Darcy?”
“Todos tenemos parientes de los que no estamos orgullosos,” respondí.
Le dio a Caroline un escarmiento. Le gusta olvidar que su padre hizo su fortuna por medio del comercio.
“Muy cierto,” respondió. Pensé que había adquirido un poco de cordura, pero un momento después dijo, “Hace un momento estaba hablando con Eliza Bennet. Parece  haber desarrollado un gran agrado por George Wickham. No se si usted ya se había enterado, pero él planea unirse a la milicia aquí. Es de lo más frustrante, que usted tenga que verse atormentado por un hombre como George Wickham. Mi hermano no quería invitarlo, es un hecho, pero no podía invitar a los oficiales y excluirlo a él solamente.”
“Hubiera parecido algo personal,” concedí.
Bingley no podía ser culpado por la situación.
“Sé que Charles estuvo muy complacido con la noticia de la ausencia de Wickham. Charles no desearía incomodarte en ninguna forma. Sabiendo que Wickham no es un hombre de confianza, advertí a Eliza Bennet de su carácter, diciéndole que sabía que se había portado de una manera infame en contra tuya, aunque no tenia los particulares de ello…”
Se detuvo, pero si estaba esperando que le aclarara los hechos, iba sufrir una decepción. Mis asuntos con Wickham nunca serán hechos públicos, o contados a nadie quien no los conozca ya.
“…pero ella ignoró mi advertencia y se lanzó en su defensa salvajemente.”
Estaba a punto de poner punto final a su conversación, pues me estaba causando no poco dolor, cuando otra voz penetró en nuestra plática. Reconocí los tonos estridentes en seguida. Eran los de Mrs Bennet. No tenia ningún deseo de escuchar su conversación, pero era imposible no oír lo que estaba diciendo.
“¡Ah! Ella es tan bella, sabía que no podía ser tan bella para nada. Mi hermosa Jane. ¡Y Mr Bingley! Que hombre tan guapo. Que aire de grandeza. Y maneras tan placenteras. Y luego, claro, esta Netherfield. Esta a la perfecta distancia de nosotros, pues a ella no le gustaría estar muy cerca de casa, no con su propia propiedad que atender, y aun así no nos tomara nada de tiempo el visitarla o que ella nos visite en el carruaje. Me atrevó a decir que tendrán un hermoso carruaje. Probablemente dos hermosos carruajes. O quizás tres. El costo de un carruaje no es nada para un hombre con cinco mil libras al año.”
Me puse rígido al oírla parlotear.
“Y además sus hermanas están tan encariñadas con ella”
Me alegro que la atención de Caroline hubiera sido distraída por un joven a su izquierda, por lo cual no pudo escuchar nada. Su cariño hacia Jane se evaporarían en el momento que supiera hacia donde los pensamientos de Mrs Bennet estaban tendiendo. Pero no era solo la opinión de Mrs Bennet. Sir William también había tenido una opinión parecida.
Miré a través de la mesa, y vi a Bingley hablando con Miss Bennet. Su maneras eran igual de confiadas, pero detecté algo más que su atención habitual.
De hecho, entre mas lo observaba, más seguro estaba de que sus sentimientos estaban comprometidos.  Miré a Miss Bennet, y aunque pude notar que estaba complacida al hablar con él, no mostraba ninguna señal de que sintiera algún especial cariño. Si podía sacar a Bingley del vecindario, estaba seguro de que pronto la olvidaría, y ella lo olvidaría a él.
Su hubiera sido solo por Miss Bennet, tal vez no estaría preocupado de que Bingley se casara con ella, pero no era solo sobre Miss Bennet, sino su madre, quien era una chismosa desenfrenada, y su padre perezoso, y sus tres hermana menores quienes eran tontas y sobremanera coquetas, y su tío en Cheapside, y su tío el abogado, y sobre todo, su extraña conexión con el servil párroco…
Mientras oía a Mrs Bennet, sentía que el momento pronto llegaría de poner manos a la obra. No podía abandonar a mi amigo hacia tal destino, cuando un poco de esfuerzo por mi parte podría salvarlo de su predicamento.
Estaba seguro de que unas cuantas semanas en Londres, le harían encontrar pronto a una nueva chica.
“Solo espero que sea tan afortunada como yo, Lady Lucas,” Mrs Bennet continuó, aunque evidentemente creía que no había posibilidad de que su vecina compartiera la misma fortuna que ella. “El tener a una hija tan bien establecida- ¡qué maravilla!”
La cena terminó. Fue seguida por una exhibición del talento de Mary Bennet, cuya habilidad para cantar era tan escaza como para tocar.
Para hacer las cosas aun peor, cuando su padre al fin la hizo retirarse del pianoforte, fue de tal manera que haría a cualquier persona decente sonrojarse.
“Eso ha estado muy bien, niña. Nos has deleitado ya bastante; ahora deja que se luzcan las otras señoritas.”
¿Existió alguna vez un discurso peor formulado?
La noche no terminaba lo suficientemente rápido, y por alguna coincidencia o truco del destino, no se cual, el carruaje de los Bennet fue el último en llegar.
“¡Por Dios, que cansada estoy!” exclamo Lydia Bennet, bostezando violentamente, y Caroline y Louisa intercambiaron miradas insolentes.
Mrs Bennet no podía estas callada ni por un instante, y hablaba incesantemente. Mr Bennet no hacia ningún esfuerzo por remediarlo, y fueron los quince minutos mas incómodos de mi vida. Salvar a Bingley de tal compañía se volvió una prioridad.
“¿Vendrá a una cena familiar con nosotros, espero, Mr Bingley?”  dijo Mrs Bennet.
“Nada me daría más placer,” respondió, “Tengo algunos asuntos que atender en Londres, pero los visitaré tan pronto como regrese.”
Esta nueva información me alegró. Significaba que no tendría que pensar en una forma de alejar a Bingley del vecindario, pues si él permanecía en Londres, el contacto con Miss Bennet se terminaría y no pensaría más en ella.
 Tengo la intención de hablar con Caroline, para asegurarme de que los sentimientos de Jane no estén comprometidos, y si descubro, como sospecho, que no lo están, entonces sugeriré que nos vayamos todos a Londres con Bingley y persuadirlo de quedarse allá. Un invierno en la ciudad lo curaran de sus amores, y lo liberaran para dirigirlos a alguien más digno de ellos. 

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