martes, 22 de mayo de 2012

El Diario del Sr. Darcy- Amanda Grange Noviembre (2)


Viernes 15 de Noviembre.

Era una linda mañana y Caroline y yo decidimos tomar un paseo por el jardín.
“Te deseo un muy feliz matrimonio,” dijo ella mientras caminábamos por el sendero.
Quisiera que se olvidara de ese tema, pero me temo que no hay gran posibilidad de ello. Me ha estado molestando con mi supuesto matrimonio por días.
“Espero, también, que le darás a tu suegra algunos consejos, cuando este suceso tan anhelado tome lugar, como la ventaja de permanecer callada; y si puedes lograrlo, cura a las chicas menores de su síndrome de corretear a los oficiales.”
Sonreí, pero estaba irritado. Había dado en el clavo, mostrándome la razón por la cual no puedo perseguir mis intenciones. Nunca podría tener a Mrs Bennet como mi suegra. Sería insoportable. Y en cuanto a los hermanas menores, hacerlas hermanas de Georgiana- no, no podría ser.
“¿Tienes algo más que proponer para mi felicidad domestica?” le pregunte, sin dejarle ver mi irritación, pues solo lo haría aun peor.
“Permite que los retratos de tu tío y tía Philips sean puestos en la galería de Pemberley. Y en cuanto al retrato de tu Elizabeth, no debes de  intentar hacerlo, pues ¿cual pintor podría hacerle justicia a sus hermosos ojos?” dijo con un tono divertido.
Ignoré sus ridiculeces, y me imaginé un retrato de Elizabeth colgado en Pemberley. Imagine otro retrato colgado junto a él, de Elizabeth y ya juntos.  El pensarlo era muy placentero y sonreí.
“No sería fácil, ya lo creo, el capturar su expresión, pero el color y la forma, y las pestañas, tan remarcablemente finas, podrían ser copiadas,”  reflexioné.
Caroline no estaba contenta, y estaba complacido de haberla molestado. Estaba a punto de responder, cuando nos encontramos con Louisa y Elizabeth que venían desde otro sendero.
Caroline estaba apenada, y bien debería de estarlo. Yo también, estaba incómodo. No pensé que Elizabeth hubiera podido escuchar algo, pero aun si lo hubiera hecho, no le habría turbado. No estuvó perturbada cuando escuchó el comentario poco caritativo de mi parte en la asamblea.
Mientras la miraba, estuve repentinamente consciente del hecho de que ella era un huésped en la casa. Había estado tan ocupado pensando en ella en otra manera, que me había olvidado de que ella se estaba quedando con Bingley. Sentí una gran angustia al darme cuenta que no había recibido ningún afecto o amistad durante su visita. En realidad, había recibido cortesía en su cara, pero esa cortesía faltaba tan pronto como ella daba la espalda. Nunca había sentido tanta antipatía hacia Caroline, o simpatía hacia Louisa, quien al menos se había tomado la molestia de invitar a Elizabeth a dar un paseo, lo cual yo no había hecho. Me condeno por ello. No estaba nada indispuesto a admirar sus ojos, pero había hecho muy poco para hacer su estancia en Netherfield más placentera.
Las siguientes palabras de Louisa deshicieron mis sentimientos benévolos hacia ella, pues dijo: “Nos han tratado abominablemente al irse sin decirnos que venían para acá,” tomo mi brazo libre y dejó a Elizabeth sola. 
Estaba mortificado, y dije enseguida: “El camino no es lo suficientemente ancho para nuestro grupo. Deberíamos mejor ir por la avenida.”
Pero Elizabeth, quien no estaba ni un poco turbada al ser usada tan vilmente, solamente sonrió maliciosamente y dijo que nos veíamos tan bien juntos como grupo que sería  una pena el arruinarlo con la adición de otra persona. Después despidiéndose de nosotros, huyó felizmente, como un niño que se encuentra libre de los deberes de la escuela. Mientras la veía irse, sentí que mi espíritu se elevaba. Sentí como si yo, también, era repentinamente libre, libre de mi confinada vida de solemnidad,  y desee correr tras de ella.
“Miss Elizabeth Bennet se comporta tan mal como sus hermanas menores,” dijo Caroline burlonamente.
“No se comporta tan mal como lo hacemos nosotros,” respondí, molesto, “Es una invitada en la casa de su hermano, por lo cual merece nuestro respeto. No tendría que sufrir tales negligencias, o sufrir de su constante crítica en cuanto nos da su espalda.”
Caroline parecía sorprendida y después displacida, pero mi expresión era tan reprobadora que se quedo callada. Bingley puede quejarse de mis terribles expresiones, pero tienen su utilidad.
Voltee para ver a Elizabeth, pero ya había pasado el umbral de mi vista. No la vi de nuevo sino hasta la hora de la cena. Desapareció después, para ver a su hermana, pero cuando Bingley y yo nos unimos a las damas en el cuarto de dibujo, la encontramos con ellas.   
Los ojos de Caroline se dirigieron directo a mí. Podía ver que estaba inquieta. Le había hablado severamente más temprano en la mañana, y no le había dirigido la palabra desde entonces. Le dirigí una mirada fría y desvié  mi atención hacia Miss Bennet, quien estaba lo suficientemente bien para bajar, y quien estaba sentada junto a su hermana.
Bingley estaba encantado de ver que Miss Bennet estaba sintiéndose mejor. Estaba de un lado a otro alrededor suyo, asegurándose de que el fuego fuero lo suficientemente caliente, y que no estuviera en una corriente de aire. Mi expresión se suavizó. Podia sentirlo. La estaba tratando con todo el cuidado y la atención que merecía, y recordé el porqué le quería tanto y estaba feliz de llamarlo mi amigo. Sus maneras pueden ser muy confianzudas como para hacerlo un objetivo para cualquiera que desee engañarlo, pero esas mismas complacientes maneras lo hacían un compañero agradable y un cálido anfitrión. Era evidente que Elizabeth también lo pensaba, y sentí que, después de nuestros pleítos, habíamos encontrado terreno común.
Caroline pretendió prestarle atención a la inválida, pero en realidad estaba más interesada en mi libro, el cual tomé cuando decidimos no jugar cartas.
 “¡Declaro que no hay mejor entretenimiento que el leer un libro!” dijo, ignorando el suyo y favoreciendo el mío.
No respondí. Estaba molesto con ella. En lugar de ello, me encomendé estudiosamente en mi libro; lo cual era una pena, pues hubiera preferido ver a Elizabeth. La luz del fuego jugando en su piel era una vista que encontraba fascinante.
Viendo que no podia hacerme hablar, Caroline molesto después a su hermano hablando de su baile, antes de dar una vuelta al salón. Estaba inquieta, y buscando atención. Yo, sin embargo, no se la di. Me había ofendido, y no estaba listo para perdonar su ofensa.
“Miss Eliza Bennet, permítame persuadirla de seguir mi ejemplo, y dar una vuelta por el salón”
No pude evitar voltear hacia arriba. Vi una expresión de sorpresa cruzar el rostro de Elizabeth, y me pregunté si mis palabras a Caroline habían hecho efecto en su comportamiento, punzando en su conciencia sobre el trato hacia la huésped de su hermano. Pero no era tal cosa. Ella simplemente deseaba mi atención, y había sido lo suficientemente lista como para averiguar que ésta era la forma de lograrlo. Inconscientemente cerré el libro.
“Mr Darcy, ¿no nos acompañaría?” dijo Caroline.
Rechacé su oferta.
“Hay solo dos razones por las que ustedes desearían caminar juntas, y mi presencia interferiría en ambas.” dije.
Mi sonrisa no fue dirigida a Caroline, sino a Elizabeth.
“¿Pero qué es lo que querrá decir?” pregunto Caroline, sorprendida. “Miss Elizabeth, ¿lo entiende usted?”
“En absoluto,” fue su respuesta. “Pero le aseguro, que sea lo que sea, desea dejarnos mal, y la mejor forma de decepcionarle será no preguntarle nada.”
Sentí mi sangre, fluir. Ella estaba esgrimiendo conmigo, a pesar de que estaba hablando con Caroline,, y esta nueva experiencia me estaba gustando.
Caroline, sin embargo, no pudo esgrimar y solo dijo: “Debo saber a qué se refiere. Vamos, Mr Darcy, explíquese.”
“No tengo inconveniente alguno. Ustedes eligen este modo de pasar el tiempo o porque tienen que hacerse alguna confidencia, o porque saben bien que paseando luce mejor su figura; si es la primera, al ir con ustedes no haría más que importunarlas, y si es por el segundo, las puedo admirar mucho mejor sentado en el fuego”
“¡Que horror!”  exclamo Caroline. “¿Cómo podríamos darle su merecido?”
“Nada tan fácil, si está dispuesta a ello.” dijo Elizabeth con un brillo en sus ojos.  “Todos sabemos fastidiar y mortificarnos unos a otros. Búrlese, ríase de él. Siendo tan intima amiga suya, sabrá bien cómo hacerlo”
“¡Burlarse de una persona flemática y de sangre fría! Y en cuanto a reírse, no podemos exponernos, podría desafiarnos y tendríamos nosotras las de perder.”
“¡Que no podemos reírnos de Mr Darcy!” exclamo Elizabeth. “Es un privilegio extraño. Con lo que me gusta reirme.”
Y a mí también. Pero no me gusta que se rían de mí. No pude decir esto, sin embargo.
“Miss Bingley me ha dado más importancia de la que merezco” dije. “El hombre más sabio puede ser ridiculizado por una persona cuyo primer anhelo en la vida es reírse.”
“Espero nunca ridiculizar lo que es sabio y bueno,” ella contestó, “Tonterias y los caprichos me divierten, pero estos, supongo son de lo que usted carece.”
“Quizá no es posible para nadie. Pero yo he pasado mi vida esforzándome en evitar estas debilidades que exponen al ridículo a cualquier persona inteligente.”
“Tales como el orgullo y la vanidad.”
“La vanidad, si. Pero en donde hay verdadera superioridad de pensamiento el orgullo será siempre algo válido.”
Elizabeth se volteo para ocultar una sonrisa.
No sé por qué fue, pero su sonrisa me hirió. Creo que me hizo sentir mal-humorado, pues cuando dijo: “Mr Darcy no tiene defecto alguno. Lo reconoce el mismo claramente.” me vi obligado a responder: “Tengo muchos defectos, pero no tienen que ver con la inteligencia. De mi carácter no me atrevo a responder. Quizá se me pueda acusar de rencoroso. Cuando pierdo la buena opinión que tengo sobre alguien, es para siempre.”
Mientras hablaba, pensaba en George Wickham.
“Ese es realmente un defecto,”  dijo Elizabeth. “El rencor implacable es verdaderamente una sombre en un carácter. Pero ha elegido usted muy bien su defecto. No puede reírme de él. Está a salvo de mi.”
Pero no estoy a salvo de usted, pensé.
“Oigamos un poco de música”, dijo Caroline, cansada de escuchar una conversación en la que no formaba parte.
El pianoforte se abrió, y le pidió a Elizabeth que tocara.
Estaba molesto con Caroline en ese momento, pero después de unos minutos, comencé a estar agradecido por ello.
Le estoy prestando mucha atención a Elizabeth. Ella me hechiza. Y aun así sería una  tontería el enamorarme de ella. Tengo planeado casarme con unmuy diferente tipo de mujer, una con fortuna, y linaje igual al mío. No prestare más atención a Elizabeth.




Sábado 16 de Noviembre



Bingley yo cabalgamos hacia el este esta mañana y examinamos más de la propiedad. Bingley estaba complacido con todo lo que veía y lo calificaba como extraordinario. Yo indique que las mallas estaban rotas y que la tierra necesitaba un drenaje, pero el solo dijo: “Si, supongo que así es.”  Sé que tiene un carácter tranquilo, pero había algo más que su habitual asentimiento en sus maneras. Sospeche que en realidad no estaba poniendo atención, sino preocupándose por Miss Bennet. Es una desgracia que ella se haya enfermado mientras visitaba a sus hermanas. Ha hecho que la casa se venga de cabeza. También me ha traído un constante contacto con Elizabeth.
Siguiendo mi propósito, No le preste atención a Elizabeth cuando entre al salón con su hermana más tarde esta mañana, cuando ya habíamos regresado de nuestro paseo. Después de los debidos saludos, Miss Bennet pidió que se le prestara el carruaje de Bingley.
“Mi madre no puede pasarse sin el carruaje hasta el Martes, pero ya estoy muy recuperada y no podemos sobrepasar su hospitalidad más tiempo.” dijo ella.
Sentí una mezcla de emociones: alivio de que Elizabeth pronto se iría de Netherfield, pesar de que no podría hablar con ella más tiempo.
Bingley no compartía la opinión de Miss Bennet.
“¡Es muy pronto!” exclamó. “Puedes parecer recuperada cuando estas sentada junto al fuego, pero no estás lo suficientemente mejor como para soportar el viaje. Caroline, dile a Miss Bennet que debe quedarse.”
“Dear Jane, por supuesto que debes quedarte,” dijo Caroline. Detecté una frialdad en su voz, y no estaba sorprendido cuando agregó; “No podemos ni pensar en que te vayas antes de mañana”
Una estadía de más de un día adicional no la complacían. Bingley parecía sorprendido, pero Miss Bennet aceptó la sugerencia.
“Incluso mañana es muy pronto,” protesto Bingley.
“Es muy amable de su parte, pero realmente debemos irnos,” dijo Miss Bennet.
Ella es una chica dulce, pero también puede ser firme, y nada que Bingley dijera podía cambiar su decisión.
Estaba conscientemente en guardia durante el último día. Había prestado demasiada atención a Elizabeth durante su estadía, y estaba tardíamente dándome cuenta de que puede haber levantado alguna expectativa. Decidí  aplastar cualquiera, si acaso alguno se hubiera formado. Apenas y le dirigí diez palabras en el curso del día, y cuando estuve desafortunadamente solo con ella por media hora, me apliqué a mi libro y no voltee ni una vez.




Domingo 17  de Noviembre



Todos atendimos el servicio en la mañana, y después las Miss Bennet se despidieron.
“Querida Jane, lo único que me puede resignar a dejarte ir es saber que por fin estas bien,”  le dijo Caroline, dándole una cariñosa despedida a su amiga.
“Soy un hombre muy egoísta. Si no hubiera sido por el hecho de que te encontrabas sufriendo, estaría complacido de que tu hubiera dado un resfriado,” dijo Bingley afectuosamente, apretando la mano de Jane. “Me ha permitido tenerte conmigo todos los días por casi una semana.”
Él, por lo menos, había hecho de su estancia algo agradable, y se había tomado la molestia  de entretenerla en los momentos en que podía bajar. Es fácil ver por qué Bingley la ha hecho su favorita. Ella tiene una dulzura y amabilidad en sus maneras que la hacen muy agradable, mientras que sus sentimientos no son del tipo de los que son fácilmente comprometidos. No importa que tan encantador o alegre sea Bingley, no necesita temer que sus intenciones sean mal entendidas.
“Y Miss Eliza Bennet,” dijo Caroline, con una gran sonrisa. “Ha sido muy… encantador tenerla aquí.”
Elizabeth notó su vacilación y sus ojos brillaron con alegría. Respondió educadamente, sin embargo.
“Miss Bingley. Ha sido muy amable de su parte el permitirme quedarme.”
A Bingley le dio una más cálida despedida.  
“Muchas gracias por todo lo que ha hecho por Jane,”  dijo. “Ha hecho una gran diferencia para mí el verla tan bien cuidada. Nada podría ser más amable que su disposición al atizar el fuego, o moviendo las mamparas para evitar cualquier corriente de aire, o sus instrucciones a la ama de llaves para preparar deliciosos platillos que tentaran el apetito de Jane.”
“Solo lamento el no poder haber hecho más,” respondió, “Espero que nos veamos pronto en Netherfield nuevamente.”
“También lo espero”
Volteo  hacia mí.
“Miss Bennet,” dije, dándole un fría reverencia.
Parecia sorprendida por un momento, pero después una sonrisa apareció en sus ojos, y me devolvió una reverencia, respondiendo con tono señorial: “Mr Darcy.”
Casi me tento a sonreír. Pero mantuve mi postura con una expresión de severidad y me di vuelta.
El grupo entonces se desintegró. Bingley escoltó a las dos damas al carruaje y las ayudó a entrar. Mi frialdad no había afectado el ánimo de Elizabeth ni por un minuto. Estaba agradecido que así fuera- antes de recordarme que el ánimo de Elizabeth no eran de mi incumbencia.
Regresamos al salón.
“¡Bueno!” dijo Caroline. “Se han ido.”
No hice ningún comentario.
Ella volteo hacia Louisa e inmediatamente empezó a hablar de asuntos de la casa, olvidando todo lo relacionado con su supuesta amiga.
Mientras escribo esto, estoy feliz de que Elizabeth se haya ido. Ahora, espero, poder pensar en ella como Miss Elizabeth Bennet otra vez. Deseo pensar en cosas más sensatas, y no tener que sufrir más de las bromas de Caroline. 




Lunes 18 de Noviembre

Por fin, un día normal. Bingley y yo examinamos la esquina sur de esta tierra. Parece estar interesado en comprarla, y dice que está listo para establecerse en ella. Aun así, no ha estado aquí mucho tiempo y no creeré sus intenciones hasta que haya pasado el invierno en este lugar. Si le gusta después de eso, creo que podría ser el lugar para él.
 Caroline estuvo encantadora esta tarde. Sin Miss Elizabeth Bennet en la casa, no me molesta, y pasamos una tarde placentera jugando cartas. No extrañé a Miss Elizabeth para nada. Creo que apenas y pensé en ella media docena de veces en todo el día.


Martes 19 de Noviembre.

“Creo que deberíamos cabalgar alrededor de la propiedad hoy,” le dije a Bingley esta mañana.
“Después, tal vez,” respondió, “Deseo cabalgar hacia Longbourn esta mañana para preguntar por la salud de Miss Bennet”
“La viste solo hace dos días,” comenté con una sonrisa; Bingley cuando está en uno de sus enredos amorosos es muy gracioso.
“Lo que significa que no la vi ayer. Es tiempo de que remiende mi negligencia.” respondió, igualando mi tono.
“¿Vendrás conmigo?”
“Está bien,” dije.
Un momento después, me arrepentí, pero estaba molesto conmigo mismo por mi cobardía. Puedo sentarme con Miss Bennet por diez minutos sin caer presa de su atracción, y además, no es seguro que la vaya a ver. Puede que no esté en casa.
Salimos después del desayuno. Nuestro camino nos hizo pasar por Meryton, y vimos el objetivo de nuestra salida en la calle principal. Miss Bennet estaba tomando un poco de aire con sus hermanas. Escuchando el trote de los caballos ella volteó hacia arriba.
“Me estaba dirigiendo a su casa, para ver como se encontraba, pero puedo ver que está mucho mejor. Me alegra mucho,” dijo Bingley, tocando su gorro.
“Gracias,” ella respondió, con una sonrisa encantadora.
“Ha perdido su palidez, y ahora tiene algo de color en sus mejillas”
“El aire fresco me hace bien” respondió.
“¿Caminó hasta Meryton?” le preguntó.
“Si.”
“¿Espero que no se haya cansado?” agrego, frunciendo el entrecejo.
“No, gracias, el ejercicio fue beneficial. He pasado tanto tiempo dentro de casa que estoy complacida de volver a salir.”
“Mis sentimientos son exactamente los mismo. Si alguna vez estoy enfermo, no puedo esperar a salir tan pronto estoy mejor.”
Mientras ellos seguían con su conversación, y Bingley mostrándose tan feliz como si Miss Bennet hubiera escapado de las garras del tifus, en lugar de un insignificante resfriado, estudiosamente evite mirar a Elizabeth. Dejé que mis ojos deambularan sobre el resto del grupo. Vi a las tres menores Bennet, una de ellas cargando un libro de predicaciones y a las otras dos riendo juntas, y a un hombre corpulento a quien no había vista antes. Por sus ropas pude saber que era un clérigo, y parecía estar acompañando a las damas.  Estaba reflexionando que tal vez su presencia explicaba porque Mis Mary Bennet estaba agarrando un libro de predicaciones cuando recibí una indeseada sorpresa, no un terrible sobresalto. En la orilla del grupo se encontraban otros dos hombres. Uno era Mr Denny, un oficial a quien Bingley y yo ya habíamos conocido. El otro era George Wickham.
¡George Wickham! ¡Ese hombre odioso, quien había traicionada la confianza de mi padre y casi había arruinado a mi hermana! El estar forzado a verlo otra vez, en tal momento y tal situación… Era abominable.
Pensé que ya había acabado con él. Pensé que no tendría que volver a verlo jamás. Pero ahí estaba, hablando con Denny como si no tuviera nada de qué preocuparse en este mundo. Y supongo que no tiene, pues nunca se ha preocupado por nada en su vida, a excepción de sí mismo.
Se volteó hacia mí. Sentí como me ponía blanco, y lo vi ponerse rojo. Nuestros ojos se encontraron. Furia, aversión y  desprecio irradiaron de los míos. Pero recuperándose rápidamente,  una detestable insolencia irradio de los suyos. Tuvo el descaro de tocar su sombrero. ¡A mí! Hubiera volteado, pero tenía demasiado orgullo como para crear una escena, y me forcé a responder su saludo.
Sin embargo, mi cortesía no sirvió de nada. Mirando de soslayo a Miss Elizabeth Bennet, puede ver que se había dado cuenta de nuestro extraño intercambio, y no fue engañada ni por un instante. Sabía que algo estaba mal entre nosotros dos.
“Pero no debemos retenerte más,” escuche a Bingley decir. Sentí, en vez de ver a Bingley volteando hacia mí.
“Vamos Darcy, debemos irnos.”
Estaba demasiado dispuesto a hacer lo que me pedía. Nos despedimos de las damas y nos fuimos.
“Se está sintiendo mucho mejor, y cree ya estar del todo recuperada.”
No respondí.
“Se veía bien, creo yo.” dijo Bingley.
De nuevo no respondí.
“¿Pasa algo malo?” pregunto Bingley, dándose cuenta de mi raro humor.
“No, nada” dije cortante.
“No, Darcy,  no me engañaras. Algo te ha molestado.”
Pero no sería  convencido. Bingley no sabe nada del problema que tuve con Wickham en el verano, y no deseo revelárselo. La ingenuidad de Georgiana podría provocar una sombra en su reputación si se supiera, y estoy determinado a que Bingley nunca escuche nada de ello.


Miércoles 20 de Noviembre

Salí temprano esta mañana, sin preguntarle a Bingley si deseaba venir conmigo, pues que quería estar solo. ¡George Wickham, en Meryton!
Le ha quitado a mi visita lo placentero. Aun peor, me persigue el recuerdo, de algo tan fugaz que apenas y puedo estar seguro de que es real. Pero no me deja en paz y llena mis sueños. Es esto: cuando cabalgaba hacia las damas ayer, pensé ver una expresión de admiración en el rostro de Elizabeth al mirar a Wickham.
¡No puede preferirlo a él sobre mí!
¿Qué estoy diciendo? Sus sentimientos hacia mí no tienen importancia. Ni sus sentimientos por Goerge Wickham. Si desea admirarlo, es su problema.
No puedo creer que lo podrá seguir admirando una vez que descubra su verdadera naturaleza, y va a descubrirla. Él no ha cambiado en absoluto. Es aun el sabandija que siempre ha sido, y ella es muy inteligente como para seguir siendo engañada por mucho tiempo.
Y aun así, es guapo. Las damas siempre lo han admirado. Y tiene unas maneras tan agradables y un estilo para hablar que lo hace ser gustado por todos los que lo conocen, mientras que yo…
¡No puedo creer que me este comparando con George Wickham! Debo de estar loco. Y aun así, si Elizabeth… no debo pensar en ella como Elizabeth.
Si elige compararnos a ambos, entonces que lo haga. Probará que está por debajo de mis estándares, y no estaré preocupado por ningún pensamiento relacionado con ella.  


Jueves 21 de Noviembre

Bingley declaró sus intenciones de ir a Longbourn para dar a los Bennet la invitación al baile. Caroline y Louisa aceptaron gustosamente el ir con él, pero yo rechacé la invitación, diciendo que tenía algunas cartas que tenía que escribir. Caroline comentó inmediatamente que ella también tenía cartas que escribir, pero Bingley le dijo que podía esperar hasta mañana para hacerlo. Estuve complacido. No quería ninguna compañía hoy. No puede alejar mis pensamientos de George Wickham. Por las pláticas del personal y de la comunidad, me he enterado de que piensa unirse al regimiento. Sin duda piensa que se verá muy bien en un saco escarlata.
Peor aún, Bingley ha incluido a todos los oficiales en su invitación a Netherfield, y me temo que Wickham podría unirse a ellos. No tengo ningún deseo de verlo, pero no evitaré el baile. No es mi posición el evitarlo. Él es un sabandija y un villano pero no importunaré a Bingley al negarme a ir a su baile.


Viernes 22 de Noviembre

Un día lluvioso. Fui capaz de salir a cabalgar con Bingley esta mañana, pero entonces la lluvia empezó a caer y fuimos obligados a permanecer dentro de la casa. Pasamos el tiempo hablando de los  planes de Bingley para la propiedad. Sus hermanas le dieron sus opiniones sobre necesarias alteraciones a la casa y el tiempo se paso rapidamente, aunque extrañé la compañía alegre de Elizabeth.


Sábado 23 de Noviembre

Otro día lluvioso. Caroline está de un genio insoportable. Estoy agradecido de que Elizabeth no estuviera aquí, o hubiera hecho explotar a Caroline con una ola de mal humor. Bingley y yo nos retiramos al salón de billar. Me parece perfecto que la casa posea una, pues de lo contrario hubiéramos estado terriblemente aburridos.


Domingo 24 de Noviembre

Recibí una carta de Georgiana esta mañana. Está mejorando con sus estudios, y es feliz. Está empezando un nuevo concierto con su maestro de música, un hombre de quien estoy feliz de decir que la música es su adoración, y ella se está divirtiendo enormemente.
La lluvia continúo. Caroline y Louisa se entretuvieron decidiendo que ponerse para el baile, mientras que Bingley y yo discutimos sobre la guerra. Estoy empezando a encontrar el campo muy aburrido. En casa, en Pemberley, tengo muchas cosas que me ocupen, pero aquí hay poco que hacer además de leer, o jugar billar cuando el clima es malo.
Estoy interesado en ver si este periodo de mal tiempo disuade a Bingley de comprar Netherfield. Una propiedad en el campo bajo la luz del sol es algo muy diferente a una en la lluvia constante.


Lunes 25 de Noviembre
Me alegre mucho lo del baile. Por lo menos, si tenemos otro día lluvioso mañana, tendremos algo en que ocuparnos. 



1 comentario:

  1. Hola, cuentas con el libro en pdf? sería genial si lo compartieras. Saludos!!

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