sábado, 19 de mayo de 2012

El Diario del Sr. Darcy- Amanda Grange Noviembre (1)




Lunes 4 de Noviembre

Otra fiesta. Fue inevitable, pero me doy cuenta que no estoy tan indispuesto a salir como antes. Proporcionan un cambio de nuestro usual círculo íntimo. La fiesta de esta noche fue en la casa de Sir William Lucas, Lucas Lodge.
“Prepárate  a ser reverenciado cada diez minutos,” dijo Caroline, al entrar a la casa.
“Cada cinco minutos” dijo Louisa.
“Sir William es una hombre muy agradable” dijo Bingley.
“Querido Charles, tú calificarías a  cualquiera agradable mientras te permitieran coquetear con Miss Bennet en una de sus reuniones” Le dije.
“Ella es un ángel” sijo Bingley, ni un poco turbado.
Él pronto encontró a Miss Bennet. Mr. Hurst bailo con Caroline. y Louisa conversó con Lady Lucas.
Me di cuenta que Miss Elizabeth Bennet estaba ahí, hablando con el Coronel Forster. Sin saber lo que que estaba haciendo me acerqué, y no pude evitar oír por casualidad su conversación. Había algo en sus maneras que  hacían juguetona su conversación, lo cual le daba un cierto brillo a sus ojos. Lo noté, como noté también el sonrojo de animación que le agregaba belleza a sus mejillas. Su complexión es saludable, y su piel es ligeramente bronceada. Puede que no sea tan elegante como la palidez de Caroline, pero es igual de agradable.
Ella pronto dejó al Coronel Forster y buscó a Miss Lucas. Las dos parecen ser amigas. Estaba a punto de hablar con ella, sintiendo un ansia de ver el brillo en sus ojos otra vez, cuando la dama en persona me cuestionó.
“¿No cree, Mr. Darcy, que me expresé extraordinariamente bien justo ahora, cuando estaba  persuadiendo al Coronel Forster para que diera un baile en Meryton?”
“Con mucha energía” respondí, sorprendido, pero no ofendido, de que me hablaran. “Pero es un tema que siempre emociona a las damas” agregé
“Usted es severo con nosotras”
Lo dijo con una mirada tan pícara que me vi inclinado a sonreír. Sus modales no serían apropiados en Londres, pero en el campo no tienen ningún problema. Uno necesita variedad, después de todo.
“Ahora será su turno de ser persuadida” , dijo Miss Lucas, volteando hacia mí. “Voy a abrir el instrumento, Eliza, y tu sabes que sigue”
Ella se negó al principio, diciendo que no quería tocar en frente de aquellos quienes estarían acostumbrados a escuchar a los mejores músicos, pero Miss Lucas insistió hasta que ella accedió.
Su ejecución fue sorprendentemente buena. No debido a la precisión de las notas; creo que la mayoría de ellas estaban equivocadas. Pero había una dulzura en el tono que sonaba bien para mis oídos.
Estaba empezando a caer por ella, estaba planeando continuar nuestra conversación, cuando ella abandonó el pianoforte y por asares del destino- afortunada o desafortunadamente, no su cual- su hermana menor tomó su lugar. Mi sonrisa se congeló en mi rostro. Nunca he oído una interpretación mas desastrosa en mi vida, y no podía creer que Mis Mary Bennet estuviera exhibiendo su falta de talento enfrente de tantas persona. Si hubiera tenido que escucharlo un minuto más, creo que se lo hubiera dicho yo mismo.
Las cosas empeoraron cuando las dos más menores de las hermanas se levantaron a bailar con algunos de los oficiales. Su madre miraba, sonriendo, mientras la más joven coqueteaba con todos los oficiales. ¿Cuántos años tiene? No aparenta más de quince. Debería de estar aún en el salón de clases, no en público donde puede desgraciarse a sí misma y a su familia.
Su conducta alejó cualquier sentimiento que estuviera  sintiendo por Miss Elizabeth Bennet, y no volví a hablarle otra vez.
“Que diversión tan encantadora para los jóvenes es esto, Mr. Darcy!” dijo Sir William Lucas, dirigiéndose hacia mi costado. “No hay nada como bailar, después de todo. Lo considero una de los primeros refinamientos de las sociedades civilizadas.”
“Indudablemente, señor,” respondí, mientras mi mirada se dirigía a Miss Lydia Bennet, quien estaba bailando sin ninguna pisca de decoro, “y tiene la ventaja también de estar en boga entre las sociedades menos civilizadas del mundo.Cualquier salvaje puede bailar.”
Sir William solo sonrió, y me atormento con una larga conversación sobre el tema del baile, preguntándome si había alguna vez bailado en St. James’s. Respondí lo educadamente posible, pero pensé que si mencionaba una vez más St. James’s, estaría tentado a estrangularlo con su propia corbata. Mientras mi mirada se paseaba por el salón, vi a Miss Elizabeth Bennet moviéndose hacia mi dirección. A pesar de las faltas de su hermana, fui sorprendido nuevamente por la gracia de sus movimientos, y pensé que, si había alguna persona en el salón a quien desearía ver bailando, seria ella.
“Mi querida Miss Eliza, ¿Por qué no está bailando?” preguntó Sir William, como si estuviera leyendo mis pensamientos. “Mr. Darcy, debe permitirme presentarle a esta joven, como una pareja muy codiciada. No puede negarse a bailar, cuando tal belleza esta frente a usted.”
Tomó su mano, y me sorprendió al casi dármela a mí. No había pensado en bailar con ella, solo en verla bailar, pero hubiera tomado su mano si no me hubiera sorprendido al  apartarla.
“En realidad, señor, no tengo la menor intención de bailar.  Les pido que no supongan que me dirigí en esta dirección en busca de una pareja” dijo ella.
Me di cuenta de que yo no quería dejar pasar el placer presentado.
“¿Me haría el honor de bailar conmigo?” pregunte, interesado por su renuencia a bailar conmigo.
Pero nuevamente se negó.
Sir William trato de persuadirla.
“A pesar de que a este caballero no le gusta el entretenimiento en general, no puede tener objeción, estoy seguro, de complacernos por media hora.”
Una sonrisa ilumino sus ojos, volviendo hacia mí, dijo: “Mr. Darcy es todo generosidad”
Era una sonrisa desafiante; no cabía duda. A pesar de que decía que yo era toda generosidad, para ella significaba todo lo contrario. Sentí mi deseo de bailar con ella crecer. Se había puesto como mi adversario. y sentí un instinto de conquistarla  aparecer dentro de mí.
¿Por qué me había rechazado? Porque me había escuchado decir que no era lo suficientemente guapa para tenterme en el baile de Mery ton. ¡Claro! Me encontré admirando su espíritu. Mis diez mil libras no significaban nada para ella comparados con su deseo de vengarse.
La mire retirarse, notando la ligereza de su caminar y las proporciones de su figura, tratando de recordar la última vez que me había sentido tan bien complacido.
“Puedo adivinar las razones de tus cavilaciones”    dijo Caroline, poniéndose a mi lado.
“Imagino que no” le dije.
“Estas considerando que tan insoportable será el pasar más veladas de esta manera, en tal sociedad; y claro, soy de tu opinión. ¡Nunca estuve más contrariada! ¡La insipidez y aun así el ruido; la nulidad y aun así la autosuficiencia de toda esta gente! ¡Que daría por oir tus censuras en ellos.!”
“Tus conjeturas son muy erradas, te aseguro. Mi mente estaba en parajes más placenteros. He estado meditando en el gran placer que un par de ojos hermosos en el rostro de un mujer bonita puede conferir”
Caroline sonrió.
“¿Y que dama tiene el crédito de inspirar tales reflexiones?” pregunto, volviendo su mirada a mi rostro.
“Miss Elizabeth Bennet” respondí, mientras la miraba al otro lado del salón.
“¡Miss Elizabeth Bennet!” exclamó, “Estoy asombrada. ¿Desde cuándo ha sido tu favorita?  Y dime ¿Cuándo debemos felicitarte?”
“Esa es exactamente la pregunta que estaba esperando que hiciera” le dije. “La imaginación de una dama es muy rápida, pasa de la admiración al amor, del amor al matrimonio en un momento. Sabía que me felicitarías.”
“Oh, si piensas tan seriamente sobre el asunto, lo considerare como algo totalmente asentado. Tendrás una suegra encantadora, y claro, ella estará siempre en Pemberley contigo.”
Dejé que hablará. Es un asunto de poca importancia lo que ella diga. Si deseo admirar a Miss Elizabeth Bennet, entonces lo haré, y ninguna de las ocurrencias de Caroline en cuanto a lindos ojos o suegras me prevendrán.





Martes 12 de Noviembre


Bingley y yo cenamos con los oficiales esta tarde. Hay un regimiento establecido temporalmente aquí, y son en su mayoría hombres inteligentes y bien educados. Cuando regresamos a Netherfield encontramos a Miss Bennet en la casa. Caroline y Louisa la habían invitado a comer. Había viajado en caballo, y una lluvia repentina la había mojado totalmente. No es sorpresa que haya pescado un resfriado.
Bingley se alarmó en ese instante, insistiendo que ella debería quedarse esa noche. Sus hermanas lo apoyaron. Ella se retiro a la cama temprano, y Bingley estuvo distraido el resto del día.
Esto me hizo recordar el hecho de que el solo tiene veintitrés, una edad inestable. En el presente esta preocupado por la salud de Miss Bennet, pero para Navidad estará en Londres, donde sin duda se habrá olvidado de ella.




Miércoles 13 de Noviembre

Miss Bennet seguía mal esta mañana, y Caroline y Louisa insistieron en que se quedara en Netherfield hasta que estuviera totalmente recuperada. No insistirían tan vehementemente si no fuera por lo aburridas que están, el clima es malo, y no hay nada para ellas que hacer dentro de la casa, por lo cual estaban deseosas de persuadirla a quedarse.
Bingley se empeñó en mandar a llamar a Mr Jones, el  boticario, tan pronto como se entero de que ella no estaba mejor.
“¿Es en verdad necesario?” le pregunté. “Tus hermanas parecen pensar que no es más que un dolor de garganta y una jaqueca”
“Nadie sabe a dónde un dolor de garganta y una jaqueca pueden llegar” respondió Bingley.
Una nota fue enviada a Mr. Jones; y otra a la familia de Miss Bennet, y después nos sentamos a desayunar.
Estabamos todavía en el comedor cuando se presentó un disturbio en el pasillo. Caroline y Louisa voltearon desde sus tazas de chocolate, indagando en sus miradas y en la de su hermano.
“¿Quién podria visitarnos a esta hora, y con este clima?” preguntó Caroline.
Su pregunta fue pronto respondida al abrirse la puerta y al aparecer Miss Elizabeth Bennet. Su ojos estaban brillantes y sus mejillas sonrojadas. Su ropa mostraba signos de su caminata y sus botas estaban cubiertas de lodo.
“¡Miss Bennet!” exclamo Mr. Hurst, mirandola como si fuera una aparición.
“¡Miss Bennet!” repitió Caroline. “¿No habrá venido a pie?” pregunto, perpleja, mirando sus botas, sus enaguas, los cuales estaban llenas de barro por seis pulgadas.
“Si” respondió, como si fuera lo más natural del mundo.
"¡Caminar tres millas a estas horas de la mañana!” dijo Caroline, mostrando una mirada horrorizada a Louisa.
“¡Y con tan mal tiempo!” exclamo Louisa, regresando su mirada.
Bingley no estaba sorprendido por nada de eso.
“Miss Elizabeth Bennet, que gentil por su parte en venir” dijo, saltando hacia ella y estrechando su mano. “Su hermano está muy enferma, me temo.”
Caroline se había ya recuperado de su sorpresa, cuando dijo.
“Vamos, Charles, no la preocupes” y volviendosa a Mis Bennet. “No es más que una jaqueca y un dolor de garganta. No durmió muy bien, pero se ha levantado esta mañana. Aunque tiene algo de fiebre y no esta lo suficientemente bien como para dejar su cuarto”
“Debes de tener frio y estar mojada” dijo Bingley, mirándola con preocupación.
“No es nada. Suelo caminar en las mañanas. El frio y la humedad no me molestan. ¿Dónde esta Jane? ¿Puedo verla?”
“Claro” respondió Bingley. “Te llevaré a su habitación ahora mismo.”
No podía evitar pensar en el esplendor que el ejercicio le había dado a su complexión, aunque me pregunte si debería caminar tal distancia sola. Si su hermana hubiera estado en peligro, tal vez, pero ¿por un resfriado?
Charles dejo el salón con Miss Bennet. Caroline y Louisa, sintiendo como obligatoción para ellas como anfitrionas el ir, los siguieron. Bingley regresó pronto, dejando a sus hermanos en el cuarto de la enferma.
“Tenemos que irnos” le dije, mirando el reloj.
Habíamos quedado de vernos con los oficiales para un juego de billar. Podía notar que Bingley no quería ir, pero lo persuadí de que se haría pasar por una ridiculez si se quedaba en casa solo porque una amiga de sus hermanas tenía un resfriado. Parecía que estaba a punto de protestar, pero tiene el hábito de escucharme y aceptar mis consejos. Estoy agradecido de ello. Coronel Forster hubiera considerado muy raro que hubiéramos cancelado nuestro compromiso por tal pretexto.
Regresamos a casa después durante la tarde, y a las seis y media todos nos sentamos a cenar. Miss Elizabeth Bennet fue parte de nuestro grupo. Se veía cansada. El color se había esfumado de sus mejillas y sus ojos estaban apagados. Pero tan pronto como Bingley le preguntó hacerca del bienestar de su hermana, se presentó más animada.
“¿Cómo está su hermana?” preguntó Bingley.
“Me temo que no está mejor.”
“¡Que mal!” dijo Caroline
“Me apena oírlo” dijo Louisa.
Mr. Hurst  gruñó.
“Me desagrada sobre manera el estar enferma” dijo Louisa.
“A mi también. No hay nada peor.” respondió Caroline.
“¿Hay algo que pueda hacer por ella?” preguntó Bingley.
“No, gracias” respondió ella.
“¿No hay nada que necesité?”
“No, ya tiene todo.”
“Muy bien, pero debe dejarme saber si hay cualquier cosa que pueda darle para aminorar su sufrimiento”
“Gracias, lo haré.” dijo, conmovida.
“Te vez cansada. Has estado sentada con ella todo el día. Debes de permitirme ayudarte con un plato de sopa. No quiero que te enfermes al cuidar a tu hermana.”
Ella sonrió agradecisa por su consideración, y yo lo bendije. Él tiene una desenvoltura  que yo no poseo, y me alegraba verlo usarla para ayudarla con lo mejor de los platillos en la mesa.
“Debo regresar con Jane” dijo, tan pronto como la cena había terminado.
Hubiera preferido que se quedara. Tan pronto como se fue, Caroline y Louisa empezaron a criticarla.
“Nunca olvidare su entrada esta mañana. Ella parecía casi una salvaje” dijo Louisa.
“Ya lo creo, Louisa” respondió Caroline.
“Espero que hayas visto sus enaguas, seis pulgadas en lodo” dijo Louisa.
A esto, Bingley explotó.
“Sus enaguas sucias escaparon de mi atención” dijo.
“Usted las vio, estoy segura, Mr Darcy” dijo Caroline. “Me temo que esta aventura haya afectado su admiración por sus hermosos ojos”
“Para nada”  repliqué. “Fueron iluminados por el ejercicio.”
Caroline fue callada. No dejaré que critiqué a Miss Elizabeth Bennet enfrente mío, aunque estoy seguro de que lo hará en cuanto le de la espalda.
“Tengo un gran interés por Jane Bennet, ella es una chica muy dulce, y deseo con todo mi corazón que estuviera bien establecida. Pero con tal padre y madre, y tan bajas conexiones, me temo que no hay ninguna posibilidad.” dijo Louisa.
“Creo haberte oído decir, que su tío es un abogado en Meryton” comentó Caroline.
“Si; y tienen otro, quien vive en algun lugar cerca de Cheapside” dijo Louisa.
“Si tuvieran tantos tios como para llenar Cheapside, no los harian ni un poco menos agradables”  exclamó Bingley.
“Pero debe disminuir  en gran medida sus probabilidades de casarse con hombre de cualquier consideración en el mundo” comenté.
No hacia ningún daño el recordarle a Binglet la realidad. El año pasado fue casi llevado por la corriente, y por poco se le propone a una joven cuyo padre era un panadero. No hay nada malo con los panaderos, pero no pertenecen a nuestra familia, ni tampoco los abogados o la gente que vive en Cheapside.
 “Que bien lo expresa, Mr Darcy” dijo Caroline.
“Ni yo podría haberlo dicho mejor”  interrumpió Mr. Hurst, levantándose momentariamente de su estupor.
“¡Cheapside!” dijo Louisa
Bingley no dijo nada, pero se hundió en melancolía.
Sus hermanas visitaron el cuarto de la enferma, y cuando bajaron, Miss Elizabeth Bennet estaba con ellas.
“¿Se une con nosotros a jugar cartas?” preguntó Mr Hurst.
“No, gracias” respondió, viendo las apuestas.
Para empezar, ella tomo un libro, pero de vez en cuando se acercaba a la mesa de cartas y veía el juego. Su figura se mostraba favorecedoramente mientras estaba parada atrás de la silla de Caroline.
“¿Ha Miss  Darcy crecido mucho desde la primavera?” pregunto Caroline. “¿Será tan alta como yo?”
“Creo que si. Ahora es cerca de la estatura de Miss Elizabeth Bennet, o más alta.”
“Como anhelo verla otra vez! Tal porte, y tales maneras! Y tan talentosa para su edad!”
“Me asombra como las jóvenes pueden tener la paciencia para aprender tanto, y ser tan talentosas” dijo Bingley.
"Todas las jóvenes talentosas! Mi querido Charles, ¿a qué te refieres?” preguntó Caroline.
“Si, todas, creo yo. Pintan, forran biombos y tejen bolsas.”
“Tu lista de lo que abarcan comúnmente sus talentos, tiene mucha verdad.” dije, entretenido. Me han presentado a docenas de jóvenes como muy talentosas, solo para encontrar que no pueden hacer otra cosa que pintar bien. “No puedo jactarme de conocer más de media docena”
“Ni yo, eso es seguro.” dijo Caroline.
“Entonces debe de ser muy exigente su idea de una mujer talentosa” dijo Miss Bennet.
Lo imaginé, o ¿se estaba riendo de mí? Tal vez si, tal vez no. estuve obligado a responder: “Si, soy muy exigente en ello.”
“¡Oh!, por supuesto” dijo Caroline.
Miss Bennet no estaba avergonzada, como lo había deseado. En realidad, mientras Caroline listaba todas las características de una mujer verdaderamente talentosa, distinguí  una sonrisa dibujándose en la cara de Miss Bennet. Comenzó en sus ojos, cuando Caroline empezó a decir: “Una mujer debe tener un conocimiento profundo de música, canto, dibujo, baile, y las lenguas modernas…” y se había extendido a su boca cuando Caroline termino; “Debe poseer un algo especial en su aire y manera de andar, el tono de su voz, en su trato y modo de expresarse.”
El regocijo de Miss Bennet me molestaba, y agregué severamente: “A todo esto hay que agregar además algo más sustancial, el desarrollo de su inteligencia mediante una lectura abundante”
“Ya no me sorprende que entre sus conocidas haya solo seis mujeres talentosas. Lo que me extraña es que conozcan siquiera una” dijo Miss Bennet  riéndose.
Debería de estar enojado por su descaro, pero de alguna forma sentí una sonrisa en contestación dirigiéndose a mis ojos.
Parecía absurdo, de repente, que esperará tanto del sexo opuesto, cuando un par de hermosos ojos era todo lo que necesitaba para sentir verdadera felicidad. Es una felicidad que nunca he sentido al escuchar a una mujer cantar o tocar el piano, y dudo que jamás lo vuelva a hacer.
“¿Es  usted tan severa  con su propio sexo, que duda de la existencia de alguien así?” pregunto Caroline.
“Nunca he visto a tal mujer” respondió Miss Bennet. “Nunca he visto tal capacidad, gusto, y aplicación, y elegancia, como ustedes describen, unidas en una sola persona.”
Caroline y Louisa la desafiaron, declarando que conocían a muchas mujeres que respondían a esta descripción.
Miss Bennet inclinó su cabeza, pero no en señal de reconocimiento o derrota. Lo hizo de forma que no pudieran ver la sonrisa que se estaba extendiendo en su boca.
Fue entonces cuando me di cuenta de que ellas estaban contradiciendo sus opiniones iniciales, cuando dijeron que muy pocas de tales mujeres existían. Ahora estaban diciendo que tal mujer era común. Mientras veía la sonrisa de Miss Bennet dirigirse a sus ojos, pensé que nunca antes me había gustado tanto, o disfrutado más una discusión.
Mr Hurst pidió a su esposa y su hermana orden, volviendo su atención de vuelta al juego, y Miss Bennet regresó al cuarto de su hermana.
Me di cuenta de que existe un estrecho lazo de cariño entre ella y su hermana. No pude evitar pensar que Caroline y Louisa nunca hubieran estado tan deseosas de cuidarse una a otra, si alguna de ellas hubiera enfermado; a pesar de que ellas, también, son hermanas, muy poco cariño parece existir entre ellas. Es una pena. El cariño de mi hermana es una de los placeres más grandes de mi vida.
 “Eliza Bennet” dijo Caroline, cuando Miss Bennet se habia retirado del salón, “es una de esas jóvenes que busca hacerse agradables al sexo opuesto, al desacreditar el suyo propio; y con muchos hombre, me atrevó a decir, esto funciona. Pero en mi opinión, es un truco vil, un arte muy ruin.”
“Sin duda alguna, siempre hay vileza en cualquier truco que las damas algunas veces se rebajan a emplear para cautivar a los hombres. Cualquier cosa que tenga algo que ver con la astucia es despreciable.”
Ella se retiró del asunto, y volvió a su juego.
Regresé a mi cuarto al fin, sintiéndome insatisfecho con lo sucedido en el día. Mi usual paz mental estaba perturbada. Estuve pensando, no en lo que iba a hacer mañana, sino en Elizabeth Bennet. 




Jueves 14 de Noviembre

He tenido un recordatorio de lo imprudente que es dejarme llevar por un par de hermosos ojos. Elizabeth envió una nota a su madre esta mañana, pidiéndole que fuera y revisara por su misma el estado de salud de Miss Bennet. Después de sentarse un rato con su hija enferma Mrs Bennet y sus dos hijas menores, quienes la habían acompañado, aceptaron la invitación de acompañarnos en el salón  para el desayuno.
“Espero que Miss Bennet no esté tan mal como hubiera esperado,”  dijo Bingley.
Ha estado preocupado por toda esta situación, y nada puede confortarlo, a excepción de una constante lista de instrucciones a la ama de llaves, para incrementar la comodidad de MissBennet.
“”En verdad que si lo he hecho, señor,”  dijo Mrs Bennet. “Ella está muy enferma como para ser trasladada. Mr Jones dice que no debemos de pensar en moverla. Deberemos de abusar de su generosidad un poco más.”
“¡Trasladarla!” exclamó Bingley. “Ni pensarlo.”
Caroline no parecía complacida con tal comentario. Creo que la presencia de un inválido en la casa ha empezado a irritarla. Ha pasado muy poco tiempo con su huésped, y si Elizabeth no hubiera venido, su hermana hubiera pasado todo este tiempo muy sola en una casa de extraños.
Aun asiCaroline respondió educadamente, diciendo que Miss Bennet recibiría toda la atención que necesitará.
Mrs. Bennet nos relato cuan enferma estaba su hija, y después, olvidándose de ella, comento que Bingley había elegido muy bien al rentar Netherfield.
“Espero que no pensará dejarlo repentinamente, aunque lo haya alquilado por poco tiempo.”
“Cualquier cosa que hago, la hago repentinamente.” respondió Bingley.
Esto llevo a una discusión acerca del carácter de las personas, en lo que Elizabeth confesó  entretenerse en estudiar.
“El campo no puede suplir de muchos sujetos para tal estudio” dijé.
“Pero la gente cambia tanto, que hay algo nuevo que observar en ellos siempre.” respondió.
Hablar con Elizabeth es como hablar con ningún otro. No es una actividad simple; si no un ejercicio estimulante para la mente.
“Si, ya la creo que si” dijo Mrs Bennet, sorprendiéndonos a todos. “Les aseguro que hay tanta variedad en el campo como en la ciudad. Por mi parte, no puede ver que Londres tenga ninguna ventaja sobre el campo, a excepción de las tiendas y los lugares públicos. El campo es mucho mas agradable, o no, ¿Mr Bingley?”
Bingley, tan tolerante como siempre, dijo que era igualmente feliz en cualquiera de ellos.
“Eso es debido a que tiene una buena disposición.  Pero ese caballero,” dijo, mirándome a mí, “Perece pensar que el campo no es nada en absoluto.”
Elizabeth tuvo la bondad de ruborizarse, y decir a su madre que estaba equivocada, pero fui recordado de que no importaba el numero de sonrojos, ni el que tan placenteros eran, no podrían sobrepasar la desventaja de tal madre.
Mrs Bennet empeoro, y empeoro, adulando los modeles de Sir William Lucas, y haciendo referencias encubiertas hacia ciertas personas que se pensaban tan importantes y que nunca habrían sus bocas, por lo cual, supuse, se refería a mí.
Lo peor estaba por llegar. La más joven de las chicas dio un paso al frente y suplico a Bingley que diera un baile. Él tiene tan buen humor que aceptó de buena gana, después de lo cual Mrs Bennet y sus dos hijas menores se fueron. Elizabeth regresó al cuarto de su hermana enferma.
Caroline  fue despiadad una vez ella se fue.
“¡Han comido con veinticuatro familias!” dijo. “No sé cómo me abstuve de reír. Y la pobre mujer cree que eso es una sociedad variada.”
“Nunca escuche nada mas ridículo en mi vida.” dijo Louisa.
“O vulgar,” dijo Caroline. “Y la más joven de las chicas! Pidiendo por un baile. No puedo creer que la hayas animado, Charles.”
“Pero me gusta dar bailes” protestó Bingley.
“No debiste hacer recompensado su impertinencia” dijo Louisa.
“No, por supuesto que no. Solo harás que se vuelva aun peor. Aunque como podrá convertirse en algo peor, no lo sé. Kitty estuvo terrible, pero la más joven –¿ cuál era su nombre?”
“Lydia” respondió Louisa.
“¡Lydia! ¡Claro, ese era! El ser tan directa. No le gustaría que su hermana fuera tan directa, estoy segura, Mr Darcy,”
“No, en lo absoluto,” dijé, poco complacido.
El comparar a Georgiana con esa niña esta sobre cualquier cosa que pueda tolerar.
“Y aun así son de la misma edad,” siguió Caroline. “Es increíble como dos chicas pueden ser tan diferentes, una tan elegante y refinada, y otra tan descarada y escandalosa.”
“Es su crianza” dijo Louisa. “Con tan mala madre, ¿cómo podrían ser  menos vulgares?”
“Esas chicas,” dijo Caroline, sacudiendo su cabeza. “Todas has sido infectadas por la misma vulgaridad, me temo.”
“¡No Miss Beenet!” protesto Bingley. “Ustedes mismas lo dijeron, es una chica adorable.”
“Y lo es. Tal vez tengas razón. Tal vez logro escapar de la corrupción de mezclarse con tales personas. Pero Elizabeth Bennet esta inclinada a ser una insolente, aunque tiene unos hermosos ojos,” dijo Caroline, volteando su mirada hacia mí.
Estuve a punto de desviar a Elizabeth de mis pensamientos, pero cambie de opinión. No la haré solo para complacer a Miss Bingley, no importa que tan sarcástica desee ser.
En la tarde, Elizabeth nos acompaño en la sala de dibujo. Me cercioré de no decirle más que un breve ‘Buenas tardes’ y después tome una pluma y empecé a escribirle a Georgiana. Elizabeth, noté, tomo una labor de aguja en el otro lado del salón.
A penas había empezado mi letra, cuando Caroline empezó a elogiarme en cuanto a la simetría en mi caligrafia, y la longitud de mi carta. Traté lo más posible en ignorarla, pero no estaba dispuesta a ser disuadida y continuo con sus elogios a cada rato. El halago es algo bueno, pero un hombre puede cansarse de ello hasta el punto que se vuelven maldiciones. No dije nada, a pesar de todo, pues no deseaba ofender a Bingley.
“Que encantada estará Miss Darcy de recibir tal carta!” dijo Caroline.
Lo ignoré.
“Escribe usted  extraordinariamente rápido”
Fue poco sabio el responder con, “Se equivoca, escribo muy despacio,”
“Le ruego le diga a su hermana que deseo mucho verla.”
“Ya lo hice una vez, por petición suya.”
“¿Cómo puede lograr escribir tan uniformemente?” preguntó.
Me tragué mi frustración y permanecí en silencio. Una tarde lluviosa en el campo es uno de los peores males. Lo es, especialmente, con una restringida compañía, y si respondía, me temía que sería un comentario algo grosero.
“Dígale a su hermana que estoy encantada de enterarme de su progreso en el harpa…”
Digame, ¿de quién es la carta? por poco respondí, pero me detuve justo a tiempo.
“… y déjele saber que estoy entusiasmada con el diseño de mesa que hizo,  y creo que es infinitamente mejor que el de Miss Grantley”
“¿Me permite que aplace su entusiasmo para otra carta? En la presente no tengo espacio para más elogios.”
Vi la sonrisa de Elizabeth aparecer debido a este incidente, y hundió su cabeza en su trabajo. Sonríe fácilmente,  y estoy empezando a encontrarlo algo infeccioso, pues estuve casi  tentado a sonreír yo mismo. Caroline, sin embargo, no deseaba ser reprimida.
“¿Escribe siempre cartas tan largas y encantadoras, Mr Darcy.?”
“Son generalmente largas,” respondí, no siendo capaz de evadir su pregunta. “Pero si son siempre tan encantadores o no, no soy quien para juzgar.”
“Es un regla para mi, cuando una persona puede escribir una carta larga, con facilidad, no puede escribir mal”  dijo ella.
“Ese cumplido no tendrá valor para Darcy,” intervino Bingley, “Puesto que no escribe con facilidad. Estudia demasiado las palabras. Siempre busca por palabras de más de cuatro silabas. ¿No es así, Darcy?”
“Mi estilo para escribir es muy diferente al tuyo,” acordé.
“Mis ideas fluyen con tal rapidez que no tengo tiempo para expresarlas, por lo que mis cartas algunas veces no comunican ninguna idea a mis remitentes,” dijo Bingley.
“Su humildad debe desarmar cualquier reproche” dijo Elizabeth, dejando su costura al lado.
“Nada es más engañoso que la apariencia de humildad,” dije, riéndome de los comentarios de Bingley, pero por debajo estaba consciente de la irritación que sentía debido a que ella lo estuviera halagando. “Usualmente es solo falta de opinión y a veces una forma indirecta de vanagloriarse.”
“¿Y cuál de las dos aplica a mi reciente acto de modestia?”  preguntó Bingley.
“La forma indirecta de vanagloriarse,” dije con una sonrisa. “El poder de hacer cualquier cosa con rapidez es siempre muy apreciado por el poseedor, y muy seguido sin ningún cuidado a la imperfección del acto. Cuando le dijiste a Mrs Bennet esta mañana que si alguna vez decidieras dejar Netherfield, te irías en cinco minutos, lo utilizaste como un cumplido para ti mismo, pero no estuve ni un poco convencido de ello. Si, montando ya en el caballo, un amigo te dijese, ‘Bingley, deberías quedarte hasta la próxima semana’ lo harías probablemente.”
“Solamente ha probado con esto que Mr Bingley no hizo ninguna justicia a su propio temperamento. Lo ha favorecido ahora más de lo que hizó el mismo,” dijo Elizabeth sonriendo.
“Le estoy en verdad agradecido por convertir lo que mi amigo dice en un cumplido a mi temperamento” dijo Bingley felizmente.
Sonreí, pero no estaba satisfecho, aunque la razón de esto la desconozco. Estoy seguro de que me gusta Bingley, y siempre me complace cuando otras personas lo valoran, también.
“Pero Darcy pensaría mejor de mí, si bajo esas circunstancias diera una negación categórica, y cabalgara tan rápido como pudiera! ” agregó.
“¿Entonces Mr Darcy consideraría lo precipitado de su decisión original expiada por su obstinación en seguirla?” pregunto Elizabeth juguetonamente.
“Te doy mi palabra, no puedo explicar el asunto. Darcy deberá hablar por si mismo.”
Deje a un lado my pluma, cualquier pensamiento relacionado con mi letra olvidado.
“Esperas que dé cuenta de una opinión que eliges como mía, pero que no he  aceptado” dije con una sonrisa.
“El  ceder rápidamente a un pedido de un amigo no tiene merito para usted” dijo Elizabeth.
A pesar mío, fui atraído hacia su broma.
“El ceder sin convicción no es ningún cumplido para la comprensión de ninguno” respondí.
“Me parece, Mr Darcy, que no admite la influencia que puede tener la amistad y el cariño.”
Vi a Caroline mirar horrorizada nuestra discusión, pero estaba disfrutando la estimulante conversación de Elizabeth.
“¿No sería mejor  especificar el grado de intimidad entre ambos, antes de decidirlo?” le pregunté.
“Por supuesto,” exclamo Bingley, “Tengamos todos los detalles arreglados, sin olvidar la diferencia en tamaño y altura, pues le aseguro que si Darcy no fuera un sujeto tan alto, no le prestaría ni la mitad de atención de lo que hago ahora. Confieso que no conozco nada más imponente que Darcy, en su propia casa especialmente, y en una tarde de domingo cuando no tiene nada que hacer.”
Sonreí, pero a pesar de ello estaba ofendido. Temí que hubiera algo de verdad en lo que había dicho Bingley, y no quería que Elizabeth lo supiera.
Elizabeth parecía como si quisiera reírse, pero no lo hizo. Espero que no me tenga miedo. Pero no. Si me tuviera miedo, ¡no se reiría tanto de mi!
“Ya veo tus intenciones, Bingley” dije, dejando su comentario a un lado. “Te disgustan las discusiones, y quieres terminarla.”
“Tal vez así sea,” admitió Bingley.
La vitalidad se había ido de la conversación, y un incomodo silencio permaneció en su lugar. Elizabeth regreso a su costura, y yo regrese a mi carta. El reloj marchaba en la repisa de la chimenea. Terminé mi carta y la puse a un lado. El silencio continuo.
Para romperlo, pedí a las damas el honrarnos con un poco de música. Caroline y Louisa cantaron, y me descubrí mirando a Elizabeth. No es como ninguna mujer que haya conocido jamás. No es hermosa, y aun así encuentro que prefiero mirar su rostro que cualquier otro. No es elegante, y aun así sus modales y maneras me complacen mucha más que los de cualquier otra persona que haya conocido. No es estudiada, y sin embargo tiene una inteligencia que la hace una debatiente hábil, y hace su conversación estimulante. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve que buscar por palabras, y no estoy seguro si alguna vez lo he hecho, y aun así con ella estoy frecuentemente comprometido en un duelo de ingenio.
Caroline empezó a tocar algunas canciones escocesas, y fui movido por un repentino impulso y dije, “No le apetecería, MissBennet, aprovechar esta oportunidad para bailar un reel ?”  (baile nacional escoses muy vigoroso)
Ella sonrió, pero no contestó. Encontré su silencio enigmático. ¿Es acaso una esfinge, enviada para tormentarme? Debe de serlo, pues mis pensamientos no son usualmente tan poeticos.
En lugar de molestarme, su silenciono hizo más que encenderme aun más, y repetí mi pregunta.
“¡Oh!” respondió ella, “lo escuche antes; pero no podía determinar que  decir en respuesta. Yo se que usted desea que diga que ‘Si,’  y así tener el placer de criticar mis gustos; pero siempre me encanta derrocar tales esquemas.  Por lo cual he decidido responderle, que no deseo bailar un reel en absoluto- y desprécieme ahora, si se atreve.”
¿En verdad le parezco tan perverso? Me pregunto. Y aun así no pude evitar sonrier a a su ocurrencia, y a su valentía al proferirla.
“En absoluto me atrevo” dije.
Se veía sorprendida, como si ella hubiera esperado una respuesta cortante, y me complació el haberla sorprendido, puesto que ella siempre esta sorprendiéndome.
La encuentro sobre manera fascinante; y si no fuera por la inferioridad de su situación en la vida, creo que podría estar en verdadero peligro, puesto que nunca había estado tan cautivado por una mujer en toda mi vida.
Fue la intervención de Caroline lo que rompió el tren de mis pensamientos y me impidió decir algo de lo que me podría arrepentir luego.
“Espero que su hermana no se esté sintiendo muy mal” dijo Caroline. “Creo que yo debería ir a su cuarto y ver como esta.”
“Iré con usted” dijo Elizabeth. “Pobre Jane. Le he dejado solo mucho tiempo.”
Fueron arriba, y fui llevado a preguntarme si Caroline había regresado la atención de Elizabeth hacia su hermana deliberadamente, y pensar que tan cerca estuve de traicionar mis propios sentimientos. 



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