martes, 26 de junio de 2012

El Diario del Sr. Darcy- Amanda Grange AGOSTO (2)


Jueves 7 de Agosto.

Mr Gardiner llegó temprano esta mañana y lo lleve colina abajo hacia el rio, junto con algunos de mis otros invitados. Tiene conocimientos de pesca, y le preste una caña de pescar para que pudiera probar su suerte en atrapar algo. Mis otros invitados habían traído los suyos. Estaba por unírmeles cuando un comentario de Mr Garginer me hizo cambiar de parecer.
“Fue muy cortes de su hermana el visitarnos ayer, Mr Darcy. Mi esposa y mi sobrina estaban muy sorprendidas por tal atención.” dijo “Estaban decididas a regresarla esta mañana.”
“Es muy amable de su parte,” dije, cuando pude dominar mi sorpresa.
“No quieren ser faltas de ninguna atención.”
“Espero que disfruten su pesca,” les dije a los caballeros. “Si me disculpan, debo volver a la casa.”
Mis invitados murmuraron despedidas, asumiendo que tenía algún  asunto de negocios que atender, pero vi la mirada de comprensión en el rostro de Mr Gardiner. Él lo sabía. No estaba asombrado. No había tomado ninguna molestia en guardar mis sentimientos cuando visité a su sobrina. No piensa fingir una falta de interés.
Regresé a la casa y entre al salón. Mis ojos fueron directamente a Elizabeth. Sabía instantáneamente que ella pertenecía a este lugar. Mientras la miraba, visualice un futuro, un futuro en el que veía a Elizabeth y a mí viviendo en Pemberley. Lo deseaba más que cualquier cosa, y solo puedo tener esperanzas que ella quiera lo mismo.
“Miss Bennet, Mrs Gardiner, es muy gentil de su parte el regresar la visita a mi hermana tan pronto,” dije.
“Oh, sí, muy gentil,” dijo Georgiana, ruborizándose. “No lo esperaba.”
“No podíamos actuar de otra manera, después de su amabilidad en darnos la bienvenida,” dijo Mrs Gardiner a Georgiana.
Georgiana se ruborizó nuevamente, pero solo tenía ojos para Elizabeth. Su mirada se topo con la mía. Desvió la mirada, avergonzada, y aun así pensé ver una aceptación en sus ojos antes de que volteara.
Caroline y Louisa estaban sentadas silenciosamente, sin hacer ninguna contribución a la conversación y dejando a Georgiana realizar los deberes de un anfitriona sola.
Mrs Annesley la ayudó, diciendo a Elizabeth: “Los jardines de Pemberley son muy hermosos, ¿creo que los vio hace unos días?”
“Si, disfrutamos caminar por ellos mucho,” dijo Elizabeth. “Los arboles son muy hermosos.” Miro hacia la ventana, a algunos ejemplares.
“Son arboles de castañas españoles,” dijo Georgiana dulcemente, complacida de poder hacer una contribución a la conversación.
“¿Han estado ahí mucho tiempo?” preguntó Elizabeth, volteando hacia ella, alentándola.
“Oh, sí, son muy viejos.”
Georgiana se giró hacia mí buscando mi probación y le sonreí. No tiene mucha experiencia recibiendo a invitados, y ninguna en recibir a personas que no conoce, pero se ha adaptado muy bien.
Caroline evidentemente pensó que  había permanecido en silencio suficiente tiempo.
“Dígame, Mis Eliza, ¿los soldados no han sido removidos de Meryton? Debe de ser una gran pérdida para su familia.”
Nunca la había escuchado hablar con tanto veneno. Sus comentarios sarcásticos eran expresados con una pequeña sonrisa, pero no había nada jocoso en ellos hoy, y me di cuenta por primera vez de lo venenosa que Caroline puede ser.
Mi a Elizabeth angustiarse. Centenares de recuerdos llenaron mi mente. Mis propios comentarios poco generosos relacionados con sus hermanas menores; su rostro al acusarme de arruinar a Wickham; mi furiosa respuesta; y mi carta.
Me sentí mal por ella, pero no necesitaba mi ayuda en repeler el ataque. Después de un momento de angustia, respondió: “Siempre es triste perder la compañía de gente inteligente y bien educada. Hay algunos que entran en un vecindario con la intención de burlarse de todo lo que ven, o con la intención de formar falsas amistades para pasar el rato, y no tienen ninguna consideración de sus sentimientos una de vez se hayan ido, de los que se quedaron. Pero fuimos afortunados con los oficiales. Eran corteses y bien educados. Nos procuraron placer cuando estuvieron con nosotros, y no dejaron más que recuerdos placenteros detrás suyo.”
Atrapé la mirada de Elizabeth y sonreí. Caroline fue silenciado, y mi hermana fue aliviada de la vergüenza que había experimentado cuando las palabras de Caroline le recordaron a George Wickam. Estaba liberado de un gran agobio. Por su conducta calmada crep que la admiración de Elizabeth hacia Wickham había terminado.
La visita llego a su fin, pero no pude soportar el dejar a Elizabeth irse.
“Debe permitirme llevarla al carruaje,” le dije, mientras Mrs Gardiner se levantaba par irse.
“Gracias,” respondió.
Caminé con ellas, agradecido por la oportunidad que me daba de esta con Elizabeth. Su tía camino un poco más adelante, para que pudiera hablar a solos con ella.
“Espero que haya disfrutado su mañana.”
“Si, gracias, lo he hecho.”
“Espero verla otra vez aquí.”
Habíamos llegado al carruaje, y no podía decir más. Pero mis sentimientos estaban en mi mirada. Ella se sonrojó, y bajó su mirada, con confusión, espero. Hay aun algo de incomodidad entre nosotros, pero ya pasará, y entonces descubriré si sus sentimientos siguen siendo los mimos  que en Pascua.
Ayudé a subir al carruaje a Mrs Gardiner. Después a Elizabeth, y el carruaje se fue.
Nunca sospeché cuando llegué a Pemberley que encontraría tantas cosas de mi interés. Pronto tendría a una nueva señora, esperaba. Miré al otro lado de las amplias colinas e imaginé a mis hijos yendo colina abajo hacia el río a pescar. Miré hacia la casa y vi a mis hijas regresando de un paseo, sus faldas cubiertas en lodo. Si estuviera seguro de que eso pasaría, sería muy afortunado, en verdad.
Estaba poco dispuesto a regresar al salón, pero sabía que debía hacerlo. No podía dejar a Georgiana sola con Caroline y Louisa. No habían hecho nada para ayudarla durante la visita de Elizabeth, y en cambio no hicieron más que angustiarla. Si era posible invitar a Bingley a Pemberley sin sus hermanas, lo haría deseosamente.
“Que mal se veía Miss Eliza Bennet esta mañana,” dijo Caroline, tan pronto como entre a la habitación. “Se ha puesto tan quemada y tosca. Louisa y yo congeniábamos de que no la hubiéramos reconocido.”
Estaba claro que los comentarios de Caroline estaban inspirados por los celos. Me había preguntado, en ocasiones, si ella se imaginaba como la siguiente Mrs Darcy, pero siempre lo negaba. Ahora estaba seguro de ello. Esta dispuesto a no dejar que sus comentarios de mala naturaleza arruinaran mi felicidad.
“No vi nada diferente en ella, excepto que estaba algo bronceada, ningún milagro al haber estado viajando en verano.”
“Por mi parte,” prosiguió maliciosamente, “debo confesar que nunca vi ninguna belleza en ella.”
Mientras seguía criticando la nariz, el mentón, la complexión y los dientes de Elizabeth, me molestaba más y más, pero no dije nada, incluso cuando dijo: “Y en cuanto a sus ojos, que algunas veces has sido llamados bellos, Nunca pude percibir nada extraordinario en ellos.”
Me miró retadoramente, pero permanecí en silencio.
“Recuerdo especialmente una noche, después de que ellos cenaran en Netherfield, usted dijo: “¡Ella una belleza!- Primero llamaría su madre un genio””
“Sí” repliqué sin poder contenerme más tiempo. “Pero eso fue cuando empecé a conocerla, porque hace ya muchos meses que la considero como una de las mujeres más bellas que he visto.”
Y entonces, salí de la habitación.
La impertinencia de Caroline sobrepasa todo límite. Si no fuera la hermana de Bingley, le diría que se fuera. ¡Insultar a Elizabeth enfrente mío! Ella debe de estar inundada por celos.
Pero no puede quitarme mi felicidad. Amo a Elizabeth. Ahora solo falta ver si Elizabeth me ama.

Viernes 8 de Agosto.

No pude dormir la noche pasado, pero esta vez fue causado por felicidad. Creo que Elizabeth no siente aversión hacia mí. Con el tiempo, creo, puedo llegar a gustarle. Creo que fue el feliz destino quien la trajo a Derbyshire, y quien me incitó a adelantarme al resto de mi grupo, para encontrarla.  En Londres, traté de olvidarla, pero era imposible. Ahora, debo tratar de ganarla.
Fui a la posada, por lo tanto, esta mañana, esperando sentarme con ella. Fui introducido a la sala por el sirviente. Mientras íbamos escaleras arriba, me pregunté cual sería su expresión cuando entrará a la habitación. De eso, podría saber algo. Una sonrisa mostraría que era bienvenido. Un sonrojo me daría esperanza. Una mirada fría me acabaría completamente.
La puerta se abrió. Pero en lugar de ver a Elizabeth sentada con su tía, la vi saliendo disparada hacia la puerta, su rostro pálido y sus maneras agitadas. Pensé que una gran calamidad le había pasado para producir esa apariencia, pero antes de que tuviera la oportunidad de hablar, volteo sus ojos angustiados hacia los míos y exclamó: “Le ruego que me disculpe, pero debo dejarlo. Debo de encontrar a Mr Gardiner en este momento, en un asunto que no puede ser demorado; no puedo perder ningun instante.”
“¡Dios mío! ¿De qué se trata?” pregunté, esperando ser de ayuda. Tan pronto como las palabras salieron, sabía que poco consoladoras habían sido. Recuperándome, dije: “Permitame que sea yo, o mande un criado a buscar a los señores Gardiner. Usted no está en condiciones.”
“Oh, sí, el criado.” La llamó y le dijo con voz apagada: “Debe encontrar a mi tío. Tráigalo pronto. Es una cuestión de la mayor urgencia. Mande a un chico. Dígale que su sobrina lo necesita inmediatamente. Dígale a mi tía. Ella debe venir, también.”
El criado prometió hacerlo así, y se fue.
Vi las rodillas de Elizabeth temblar y me moví hacia adelante, listo para prestarle mi asistencia, pero ella se sentó antes de que pudiera alcanzarla, viéndose tan descompuesto que no hubiera podido irme, incluso si lo hubiera querido.
“Permítame llamar a su doncella,” dije suavemente, sintiéndome repentinamente inútil. No sabía nada sobre ayudar a las damas en tales circunstancias. Repentinamente se me ocurrió. “Una copa de vino, ¿le traigo una?”
“No, gracias,”  respondió. La vi luchar consigo mismo y controlando lo peor de su agitación. “Yo estoy bien. Lo único que pasa es que estoy desolada por una horrible noticia que acabo de recibir de Longbourn.”
Rompió a llorar. Deseaba acercarme y consolarla. Deseaba poner mis brazos alrededor suyo y calmar su sufrimiento. Por primera vez en mi vida condenaba la civilidad, los modales y la clase. Siempre habían parecido tan importantes para mí, pero ahora eran de poco valor porque me estaban separando de Elizabeth.
 Un momento más y creo que hubiera aventado los modales al aire, pero ella se recuperó y dijo: “He recibido una carta de Jane y me da una noticias espantosas que a nadie pueden ocultarse. Mi hermana menor nos ha abandonado, se ha fugado, se ha entregado a… Wickham. Los dos se han escapado de Brighton. Usted le conoce demasiado bien para comprender lo que eso significa. Lydia no tiene dinero ni nada que a él le haya podido tentar… Está perdida para siempre.”
No podía creer lo que está escuchando. Esto era pérfido en verdad. Robar a una joven lejos de sus parientes y amigos. Y aun así él ya lo había hecho antes, o al menor lo había tratado, y hubiera tenido éxito de no haberlo detenido en el intento.
“¡Cuando pienso que yo pude haberlo evitado! ¡Ya que sabía quién era!” exclamó.
No, quería decirle. Usted no tiene la culpa. Yo debí haber hecho saber su naturaleza. Pero las palabras salían de ella como un torrente, y no podía hacer otra cosa que dejarla hablar. Al final, su corriente llago a su fin.
“¿Pero es seguro, completamente seguro?” pregunté.
Las noticias viajan rápido, especialmente las malas, pero es común que sean distorsionadas en el camino. No podía pensar que Wickham se fugaría con Miss Lydia Bennet. No tenía nada que lo tentará, y él no tenía deseos de establecerse con los Bennets. Él debe de saber que tal comportamiento lo haría un prófugo. Era un precio muy alto por el placer de casarse con una chiquilla tanto con ningún nombre y ninguna fortuna. Y entonces, en verdad, ¿Cómo podría el casarse con ella? Ella era menor de edad. Podría llevarla a Gretna Green pero el viaje costaría mucho, y yo sabía bien que no podría gastar ni la mitad de esa cantidad a menos que su novia fuera una heredera de considerable fortuna.
“Dejaron Brighton juntos el Sábado en la noche y fueron rastreados casi hasta London, pero no más lejos; definitivamente no han ido a Escocia.
Estaba empezando a darme una idea de lo que debía haber pasado. Wickham conocía Londres. Sabía que podría permanecer oculto. Y cuando él hubiera obtenido su placer, podría abandonar a Miss Lydia Bennet con impunidad.”
Todo esto había surgido por mi insufrible orgullo. Si hubiera hecho público el carácter de Wickham, nada de esto hubiera pasado, pero había despreciado el hacerlo, u en consecuencia había herido a la mujer que amaba.
“¿Y qué se ha hecho, que han intentado hacer para encontrarla?” pregunté.
Necesitaba saberlo, para así saber cómo usar mi tiempo, y como llevar a cabo mi propia búsqueda. No descansaría hasta que la hermana de Elizabeth regresará con ella.
“Mi padre ha ido a Londres, y Jane ha escrito solicitando la inmediata ayuda de mi tío: espero que nos vayamos en media hora.”
¡Media hora! A pesar de todas mis esperanzas, perder a Elizabeth tan pronto, pero claro, debía de hacerse.
“¿Pero cómo convencer a un hombre semejante?  ¿Cómo descubrirles? No tengo la menor esperanza. Se mire como se mire es horrible.”
No podía decir nada, ni hacer nada, pero darle mi simpatía y esperar que la fortaleciera. Deseaba abrazarla, pero su tío estaría de regreso en cualquier momento, y hacerlo empeoraría la situación.
“¡Oh, sí cuando abrí los ojos y vi quién era Wickham hubiese hecho lo que debía! Pero no me atreví, temí excederme. ¡Qué desdichado error!“
Sabía que ella deseaba que me fuera. Era yo quien la había instigado en secrecía; yo quien le dijo que no debía decirlo a nadie. Y este había sido el resultado. Una hermana arruinada, una familia en disturbios… No me voltearía a ver. No estaba sorprendido. Logré algunas palabras incoherentes, diciéndole que no había nada que disculpara mi presencia, pero que me había quedado por verdadero aunque inútil interés.
“Creo que este desdichado asunto va a privar a mi hermana del gusto de verla a usted hoy en Pemberley”
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, pensé en lo ridículas que eran. Por supuesto que la privaría. No parecía importarle a ella, pues me respondió directamente.
“¡Oh, si! Tenga la bondad de excusarme ante Miss Darcy. Dígale que cosas urgentes nos reclamas en casa sin demora. Oculte la triste verdad, tanto como sea posible, aunque sé que no será por mucho.”
“Puede confiar en mi discreción. Lamento que haya llegado a esto – Le deseo una mejor conclusión de estos eventos de la que ahora parece posible.”
Porque si una mejor conclusión es posible, la haría suceder de alguna manera, pensé.
Dicho esto la dejé en su soledad y regresé a Pemberley.
“Ha estado afuera desde temprano” dijo Caroline mientras entraba al salón. “Ha estado visitando a Miss Eliza Bennet, ¿quizás?”
Vi los celos en sus ojos, y lo oía en su voz. No me había percatado hasta ese momento de cuanto me deseaba. O tal vez sería más acertado decir, cuanto deseaba Pemberley. Sin eso, no hubiera visto como un don nadie. Mi caligrafía podría ser la más alineada del mundo y no hubiera pensado adecuado el comentarlo.
“Si, lo he hecho.” respondí.
“¿Y cómo ha estado esta mañana?”
“Está muy bien.”
“¿Y la estaremos viendo después, supongo? Como esta gente del campo aburren con sus visitas.”
“No, ella no estará viniendo.”
“No son malas noticias de su hogar, ¿espero?” preguntó Caroline. “¿Lydia Bennet no se ha fugado con uno de los oficiales?”
Me sorprendí, pero enseguida me controle. No pudo haber escuchado de ello. Elizabeth no le había dicho a nadie pero a mí. Las palabras de Caroline eran el resultado de desprecio, y su acierto no era nada más que suerte.
“O tal vez su talentosa hermana – Mary, ¿no es así?- visitó a Lydia en Brighton y atrajo la atención del Príncipe de Wales?  Tal vez él ha invitado a toda la familia a quedarse con él, para que pudieran compartir el triunfo de Mary mientras lo entretiene en el Marine Pavilion” dijo con un tono burlón.
“Su tío ha tenido que llevarla a casa. Se ha visto forzado en acortar sus vacaciones, pues un asunto urgente de negocios lo requiere de vuelta en Londres.”
“Estos hombres de ciudad y sus asuntos urgentes de negocios,” dijo Caroline, convenientemente olvidando, como es su costumbre, que su padre hizo su fortuna mediante el comercio.
“Esto es lo que pasa al tener un tío en Cheapside,” dijo Louisa, “Compadezco a Miss Eliza Bennet. Debe de ser mortificante el acortar unas vacaciones por razones de trabajo.”
“Me recuerda que yo también tengo asuntos que atender en Londres, que he procrastinado demasiado,” dije cortantemente. “Me  permitirán ausentarme por algunos días, estoy seguro.”
“¿Vas a ir a Londres?” preguntó Bingley.
“Si”
“Que buena idea. Me encantaría pasar algunos días en Londres,” dijo Caroline.
“¿Con este calor?” preguntó Louisa.
“El calor no es nada,” respondió.
“¿No pueden esperar tus pendientes?” me dijo Bingley, “Yo también tengo que ir a Londres al final del mes. Podríamos ir juntos.”
“Desafortunadamente es algo urgente. Quédense y disfruten Pemberley.  Hay mucho que ustedes pueden hacer aquí, y mi hermana se asegurará de que sean bien atendidos. No me ausentaré por mucho.”
“Creo que aprovecharé la oportunidad de ir al Londres con usted y hacer algunas compras,” dijo Caroline, levantándose. “Llamaré a mi modista. No puede objetar el llevarme con usted en el carruaje, estoy segura.”
“No deseara dejar a Georgiana,” dije, “Yo sé cuanto disfruta de su compañía.”
Caroline quedó muda. Ella le tenía cariño a Georgiana, o eso es lo que le gustaba decir, y no podía seguirme sin revelar que su amistad era falsa. Ella puede traicionar a Miss Bennet, pero no se atrevería a traicionar a Georgina, particularmente por el plan implantado en su mente, uno similar al que yo una vez tuve, en el que Georgiana se convertía en su cuñada.
Sentí una punzada de remordimiento por abandonar a mi hermana en compañía de tan mal talante, pero recordé que tendría su música y sus dibujos para entretenerla, y tendría a Bingley para divertirla, al igual que a Mrs Annesley, así que no sería tan molestada. Además, no tenía opción. Debo de encontrar a Wickham y reparar el daño que ha hecho.
Quería irme de inmediato, pero varias preparaciones debían hacerse, y me dispuse a partir a primera hora de la mañana.



Sábado 9 de Agosto.

Llegué a Londres hoy y sabía en donde empezar mi búsqueda: Mrs Younge. Tuve suerte de haberla despedido y echado sin darle la oportunidad de empacar sus cosas, porque significaba que tenía que dejar una dirección a la cual pudieran ser enviados. La encontré muy pronto, una gran casa en Edward Street.
“¡Mr Darcy!”  Dijo sorprendida cuando abrió la puerta. Entonces se volvió cautelosa. “¿Que está haciendo usted aquí? Si es para acusarme de haberme llevado las cucharas para servir de plata cuando me fui de Ramsgate, entonces es una mentira. Nunca las toqué. Tengo mis sospechas sobre Watkins-”
“Mi visita no tiene nada que ver con las cucharas para servir,” dije, agradecido de que este era un problema domestico del cual me había zafado. “¿Puedo entrar?” 
“No, no puedo,” respondió, inclinándose hacia atrás y poniéndose su chal sobre sus hombros. “Tengo suerte de tener un techo sobre mi cabeza después de que usted me echó tan cruelmente, sin siquiera una referencia. No tenía donde ir –”
“Pero parece que lo ha hecho bien por sí misma,”  comenté. “Dígame, Mrs Younge, ¿Cómo logró  costearse una casa como ésta?”
Se lamió los labios. “Me dejaron una legacía,” dijo. “Y una muy buena, después de-”
“Estoy buscando a George Wickham,” dije, no queriendo perder más tiempo escuchando sus mentiras y decidiendo que sería inútil el tratar de persuadirla en dejarme entrar.
Parecía sorprendida. “¿Mr Wickham?”
“Si. George Wickham.”
Se puso aun más reacia. “No lo he visto,” dijo.
Era obvio que estaba mintiendo, pero sabía que no obtendría nada más de ella en ese momento.
“Dígale que lo estoy buscando. Regresaré luego. Buen día.”
Sabía que, eventualmente, la avaricia la convencería de buscarme.  Y con eso regresé a Darcy House.



Lunes 11 de Agosto


Mrs Younge vino a verme esta mañana, como sabía que lo haría.
“¿Usted dijo que estaba buscando a Mr Wickham?” preguntó, al presentarla mi mayordomo.
“Si, así es.”
“Sé donde está. Pasa que lo encontré por casualidad en el parque ayer,” dijo. “Le mencione que usted estaba en la ciudad, y dijo que estaría encantado de que lo visitará.”
Él piensa que puede sacarme dinero, sin duda.
“Muy bien. ¿Cuál es su dirección?”
“Pues, ahora, déjeme pensarlo.Era un nombre gracioso,” dijo, extendiendo su mano.
Puse un soberano (moneda inglesa de oro con un valor nominal de una libra esterlina) en ella.
“Si pudiera solo recordarlo.”
Me tomó cinco soberanos, pero al final descubrí los que quería saber.
Fui inmediatamente a la dirección que me había dado, y encontré a Wickham esperándome.
“Mi querido Darcy,” dijo, volteando hacia mí al entrar. “Qué amable de tu parte el encontrar tiempo para visitarme.”
Miré alrededor a su habitación Era pequeña y humilde, lo que me dijo que su situación era desesperada. Esta complacido, pues sabía que lo haría mas complaciente.
“Por favor, siéntate.” dijo.
“Prefiero permanecer de pie”
“Como desees.”
Él se sentó y pendía en su silla, descansando sus piernas sobre el brazo.
“¿Qué te trae por aquí?” preguntó, sonriéndome.
“Sabes bien que me trae por aquí.”
“Confieso que estoy perdido. ¿Has decidido darme una manutención, quizás, y has venido a darme las buenas noticias?”
Su insolencia me enfurecía, pero mantuve la calma.
“Vine a decirte lo que tu propia conciencia debería haberte dicho, que nunca debiste haber secuestrado a Miss Bennet”
“¿Miss Bennet?” preguntó, fingiendo sorpresa. “Pero no he visto a Miss Bennet. He estado en Brighton, y ella permaneció en Longbourn.”
“Miss Lydia Bennet.”
“Ah, Lydia. No la secuestré. Ella vino conmigo por su propia cuenta. Estaba partiendo de Brighton pies mis acreedores se estaban poniendo algo bruscos, y Lydia sugirió el venir conmigo. Traté de inducirla a que se quedará. Para ser honesto, Darcy, ella me aburré. Es una conquista muy fácil. Ella se  convenció a su misma de que soy el hombre más apuesto del regimiento y todo estaba hecho. Le dije que no tenía dinero, pero a ella no le importó. ‘Estoy segura de que lo tendrás algún día.’ dijo. ‘Dios, que gracioso’. Estoy tan cansado de sus suplicas que fue más fácil el dejarla venir conmigo que el hacerla quedarse. Además, tiene sus usos,” dijo descaradamente.
En ese momento la puerta se abrió, y la mismísima Lydia entró.
“Dios, que sorpresa! ¡Mr Darcy!” dijo, dirigiéndose hacia donde estaba Wickham. Se paro detrás de su silla y descanso una mano sobre su hombro.
“Mr Darcy ha venido a reprenderme por haberte secuestrado,” dijo Wickham, cubriendo su mano con la suya.
Ella se rió de mí.
“Mi querido Wickham no me secuestró!  ¿Por qué habría de hacerlo? Estaba muy dispuesta a ver Londres. Le dije que debía llevarme con él. ¡Qué divertido ha sido!”
“¿No le tienes consideración a tu familia?” le pregunté fríamente. “Han estado preocupados por tu desde que dejaste la protección del Coronel Forster. No tienen ni idea de donde estas.”
“¡Dios!  Olvidé escribirles,” dijo Lydia. “He estado tan ocupada con mi querido Wickham, ¡Nos hemos divertido tanto! Pero no importa. Les escribiré tan pronto nos casemos. ¡Qué divertido será, el firmar mi nombre, Lydia Wickham!”
Ella apretó la mano de él, y él, el insolente perro, la jaló hacia su regazo y la besó, y después sonrió mientras la acariciaba.
“Entonces ya ves, Darcy, tus preocupaciones son infundadas,” dijo él.
Las palabras de Lydia me había dicho una cosa: que al menos ella esperaba casarse. Sentí que ella estaría menos dispuesta en quedarse con él si supiera que Wickham no tenía tales intenciones. No pensé que se lo hubiera dicho, pues- ¿Por qué desperdiciaría a una dispuesta compañera? – y entonces sentí necesario el hacer algo.
“Me gustaría hablar con Miss Bennet a solas,” le dije a Wickham.
“Muy bien,” respondió, aventándole lejos de sí. “Trata de convencerla de regresar a casa si deseas.Ella es una ramera. Pero no sé porque su destino pueda importarte a ti,” agregó mientras se ponía de pie.
“Importa porque pude haber hecho tu comportamiento público en Meryton y no lo hice. Hubiera sido imposible para ti el comportarte de esta manera si tu verdadero yo fuera conocido.”
“Quizás,” dijo, “Pero no creo que esta sea la razón. Dudo que me hayas buscada si me hubiera fugado con María Lucas”
No dudé. Si le dejaba adivinar que tenía una razón personal para buscarlo, se me haría muy difícil el comprarlo a cualquier precio.
“Quédate” dijo Lydia, tomando su mano al caminar él hacia la puerta.
“Mr Darcy desea hablar contigo a solas. Temé que te este forzando a quedarte aquí, y quiera darte la oportunidad de ir a casa con él.”
“Como si quisiera regresar al mal ventilado y viejo Longbourn,” dijo, enredando sus manos alrededor de su cuello y besándolo en los labios.
Él puso sus brazos alrededor de ella y le regresó el beso, después volteó hacia mi retadoramente antes de irse de la habitación.
“¿No es guapo acaso?” preguntó Lydia, mientras la puerta se cerraba detrás de él. “Todas las chicas estaban locas por él en Mryton, y Miss King se hubiera casado con él si su guardián no la hubiera detenido. Fue lo mismo en Brighton. Muchas de las chicas hubieran escapado con él. Miss Wenchester -”
“Miss Bennet, no puede quedarse aquí,” la interrumpí.
“Esta en un mal estado, es seguro, pero tendremos algo mejor poco a poco. Me gustaría su ayuda en algo, Mr Darcy.”
“¿Si?” dije, esperando que hubiera visto la luz al fin.
“¿Usted que cree?  No puedo decidirme. ¿Mi querido Wickham se ve mejor en su saco rojo o en el azul?”
“¡Miss Bennet!” exclamé violentamente. “No puede quedarse aquí con Wickham. Él no tiene ninguna intención de casarse con usted. Sé que él ha dicho que los haría, pero era una mentira, para hacerla fugarse con él.”
“Él no me hizo fugarme con él, fui yo quien lo hizo fugarse conmigo. Brighton estaba volviéndose aburrido,” dijo con un bostezó. “Coronel Forster era tan molesto. Él no me dejaba ir a la mitad de los lugares a los que yo quería, y tuve que escaparme del campamento en dos ocasiones para atender las fiestas de Wickham. Denny me ayudo. Me vestí como un hombre. Debería haberme visto. Mi propia madre no me hubiera reconocido.”
“¡Su reputación quedará en ruinas!  Él la abandonará tan pronto como se canse de usted, y usted será dejada en Londres sin ningún protector, sin dinero y en ningún lugar para vivir. Vuelva conmigo ahora, y haré lo que pueda para persuadir a su familia que la reciban de nuevo.”
“¡Dios!  ¡No quiero ir a casa! Moriría de aburrimiento. Estoy segura de que de un tiempo a otro nos casaremos, y si no, no significa mucho,” dijo.
Era inmovible. No lo dejaría. Puesto que estos eran sus sentimientos, no podía hacer otra cosa que tratar de asegurar que el matrimonio tomará lugar.
Wickham regresó al cuarto, cargando una licorera en una mano y un vaso en la otra. Puso su brazo alrededor de Lydia y ella volteo para besarlo inmediatamente.
“¿Bien, Darcy? ¿La has persuadido de que me deje? ” preguntó cuando había acabado.
“Ella ha perdido todo sentido común”  dije furiosamente, “pero puesto que ella no te dejará, debes casarte con ella,”
“Vamos Darcy. Sabes que no puedo hacer eso. Mis bolsillos están muy vacios. Tengo deudas por todo el país. Hay cuentas sin pagar en Meryton, y peores en Brighton. Necesito demasiado a una heredera.”
“¿Está escuchando esto?” le pregunté a Miss Bennet.
Ella solo se encogió.
“No significa nada.Una heredera podría darnos algo de dinero, entonces podríamos tener una mejor casa,” dijo.
Era solo por Elizabeth que me quedaba. Mi deseo era salir de ahí y dejar a si hermana en la vida que había elegido para ella. Pero el recordar el rostro pálido de Elizabeth me sostenía.
“Reúnete conmigo en mi club mañana,” le dije a Wickham.
“Mi querido Darcy, saber que no soy bienvenido ahí.”
“Me aseguraré de que sean admitido.”
Parecía sorprendido, pero dijo: “Muy bien.”
Mientras me alejaba de la casa, el recuerdo de su insolente sonrisa estaba presente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario